Confesiones del embajador Carlos Barros, al regresar a su país: “Nunca se prometió a Alan García otorgarle el asilo en Uruguay”
Confesiones
del embajador Carlos Barros, al regresar a su país
“Nunca
se prometió a Alan García otorgarle el asilo en Uruguay”
Ricardo Sánchez
Serra
Al pie del avión
que lo llevará definitivamente a su tierra, al terminar su misión diplomática
en el Perú, el embajador de Uruguay, Carlos Barros Oreiro, ofrece su final y
única entrevista a un medio de difusión, en la que cuenta las impresiones y las
vicisitudes de su carrera, las relaciones con el Perú, sus encuentros con Fidel
Castro y todos los pormenores de la solicitud de asilo del expresidente Alan
García, en noviembre del año 2018, así como su estancia en la residencia.
El embajador Barros
Oreiro se va satisfecho de sus 50 años de carrera diplomática, acompañado del
amor de toda su vida, su esposa Stella Maris “Kuka” Mulet, a Punta del Este, en
donde residirá, y se dedicará a pescar la corvina negra, en Maldonado, aunque
tiene varios ofrecimientos de trabajo.
En su corta estadía
de algo más de cuatro años en el Perú, conoció a cinco presidentes, ocho cancilleres y ocho
ministros de Agricultura.
-Se
mencionó en los medios que usted fue en su vehículo con lunas polarizadas a la
casa del expresidente Alan García a recogerlo y trasladarlo a su residencia...
Esa fue una ilusión
más. Y usted me va a permitir criticar a la prensa del Perú, en especial a
algunas periodistas. La imaginación tendiendo a crítica miserable, esa es una
de las perlas. Yo recibí en la tarde del 17 de noviembre de 2018 a un emisario,
calificado diplomático, que fue con quien nos sentamos en la sala y tuvimos la
primera charla.
Y después de ir
consultando a mis autoridades, era un sábado y yo tenía a mi canciller y amigo,
Rodolfo Nim Novoa, que estaba viajando entre Guatemala y Bruselas y que, pobre
hombre, no lo dejé dormir en toda la noche. Fue mi persona de consulta en todos
esos 17 días que duró el incidente.
La respuesta a su
pregunta es un contundente ¡No!. Eso lo inventaron los periodistas y algún
congresista, que no tiene proyección por su vulgaridad.
Esto fue así:
Nosotros tuvimos tres reuniones previas en el salón en donde estamos, primero
con el diplomático, después con otros representantes del presidente García,
congresistas y con su secretario privado y, en determinado momento, lo fueron a buscar y yo le abrí el portón,
cuando entró y cuando salió. No lo llevé, no lo traje. No conspiré. Nunca salí
de mi casa con él. Esos inventos me molestaron mucho.
-
Cuando él llegó a su casa fue acompañado de varias personas...
No. Las varias
personas ya estaban en mi residencia. Tuvimos una charla no más de seis
personas, incluyendo al presidente y a mí.
Solo
se iba a estudiar el caso
-Se
asegura que el presidente Tabaré Vázquez le ofreció el asilo, por eso es que
García fue a su residencia.
No. Lo niego a los
gritos. Esto fue una iniciativa del presidente García en función, según lo dijo
acá -en reiteradas oportunidades- de la información que le había llegado a él,
de que el lunes 19 de noviembre, cuando fuera a declarar a una audiencia iba a
salir esposado, como había salido Keiko, y él dijo "yo así no voy a
estar" y ese fue el factor determinante.
Si el hizo contacto
con otros países nunca me lo dijo. Yo supongo que sí.
-¿Costa
Rica?
No, eso fue
después. Tengo versiones de un par de países, no de él, que hubo otras
gestiones anteriores.
Volviendo al tema,
ni el presidente Tabaré Vázquez, ni el Gobierno, ni el ministro de RR. EE. del
Uruguay, ni el suscrito, prometimos nada. No hubo ningún sondeo hasta que llegó
a esta casa.
-Se
dice que hubo dos llamadas telefónicas, una previa antes de ir a su casa y otra
posterior, en las que Tabaré le promete el asilo.
No. El presidente
García habla con el presidente Vázquez a la mañana siguiente, el domingo 18 a
las 8 a.m., hora de Lima. Al presidente Vázquez lo llamé yo -a indicación del
canciller Nim Novoa- porque era elemental que el presidente García hablara con
él. Yo hablé largo con Tabaré primero, y después le pasé el teléfono al
presidente García. Estuve con él todo el tiempo que hablaron. Sé todo lo que se
habló. El presidente Vázquez le dijo todo lo mismo que le dije yo, que Vázquez
me había dicho a mí: que el Uruguay iba a estudiar el caso. Y no hubo otra
conversación.
-En
los 17 días...
El presidente
García habló un par de veces con el canciller Nim Novoa, estando yo presente, y
por mí teléfono.
-No
hubo promesa, simplemente evaluación...
No hubo ningún tipo
de promesa. El Uruguay ha sido históricamente un país de asilo. Nosotros hemos
cobijado en el Uruguay a muchísimos personajes políticos por el tema -y es el
meollo del tema asilo- que es la seguridad física, empezando por actores de la
política argentina –también de Brasil-: Brizola estuvo 17 años exiliado en
Uruguay.
Lo que sí se le
dijo al presidente García es que se le iban a dar todas las garantías para
estudiar su tema. Y de ahí viene el reconocimiento que yo tuve de distintos
sectores del espectro político uruguayo. Nosotros hicimos lo que marca el
librito. Nosotros no nos apartamos de él.
Primera
vez que el embajador de Uruguay habla a un medio
Esta es la primera
vez -y sugiero que lo ponga- que yo hablo con alguien de este tema. Todo lo
demás que se me atribuye es falso, porque yo nunca hablé con nadie y demuestro así
la amistad, cariño, respeto, que tengo por ustedes. En verdad me molestó mucho que
me machacaran y atacaran tanto -que me llevó a no querer hablar con nadie nunca
más-, todos los programas televisivos cargados y congresistas que decían que el
embajador de Uruguay tenía que rendir cuentas al Congreso. Ignorancia pura.
Reitero que estuve
presente en todas las conversaciones que se hicieron con las autoridades
uruguayas. El teléfono de comunicación era mi celular.
El domingo 18 le
dije al presidente García que iba a informar a las autoridades peruanas lo que
estaba pasando. Empecé a buscar temprano al canciller Néstor Popolizio, y no
conseguía hablarle por una pequeña razón, se encontraba en Papúa Nueva Guinea,
comunicándome en la tarde. Hablé con mi vecino, el vicecanciller Hugo de Zela, le
informé de la situación, le sugerí lo que era obvio, que le avisara
inmediatamente al presidente de la República.
A las pocas horas,
tenía 80 tipos parados en la puerta de mi casa queriéndome matar.
-Gente
a favor y en contra…
Sí. Voy a decir una
cosa que quizás no sea correcta: me llamó la atención lo grueso de las
manifestaciones en contra.
Es más, me
zamarrearon el auto varias veces que pensé que le iban a dar vuelta. Esa noche
se produjeron altercados en la puerta con un exministro, que salió bastante
complicado y después la policía ordenó la cancha. Y separó a las dos hinchadas,
una que nos aplaudían y la otra que nos querían matar.
Un
arma en la Embajada
-En
un momento que se vio a Alan García por la ventana se le observó la mano
lesionada. Se dice que cuando entró a su residencia, sacó el arma en su delante
y se hirió...
No. Él sacó un arma
la noche que entró en esta sala, que yo en una reacción inmediata le pegué un
grito ¡En esta casa, no!, le pedí y me entregó el revólver. Y ahí están los
testigos, los emisarios. Y ese fue el único incidente de arma, que yo sé.
-¿Cuál
era la situación dentro de la Embajada?
Fue una tensión muy
fea y triste. Estaba mi hermana que vive en Londres y mi sobrino que vive en
Marbella, que vino a festejar su cumpleaños. Y bueno, se acabaron las
vacaciones de él, teníamos proyectado un par de salidas, pero la pasamos muy
mal.
Hubo mucha tensión
y eso repercutió por televisión a mi familia en Uruguay y mis nietos chiquitos
estaban muy afectados y me llamaban por la violencia, digamos. Hubo amenazas.
Tuve contacto con el Ministerio del Interior. Se reforzó la seguridad y con
precauciones salíamos y entrábamos lo mínimo, con cosas que no vale la pena
mencionar, pero que hasta nos investigaban hasta la basura, a ver si habíamos
tomado vino.
Tuvimos que hacer
un operativo para cargar la basura en el auto y llevarla a otros sitios.
Fue triste. Fue una
tensión muy cruda y sobre todo, injusta. Porque nosotros nos jactábamos y nos
jactamos hoy de haber hecho lo que profesionalmente hay que hacer. Tan fue así
que el Uruguay recogió por mi intermedio toda la comunicación que la
Cancillería me entregó en la semana siguiente y adoptó una decisión basada en
principios jurídicos y no una decisión porque sos amigo.
En Presidencia de
la República y en Relaciones Exteriores hubo un comando jurídico que fue el que
recomendó la decisión que finalmente tomó el Gobierno.
Los
lobbies son permitidos
-Viajaron
peruanos a Montevideo, fueron al
Congreso y a la Cancillería para que le nieguen el asilo a García. Esa presión
y el hecho que se acercaban elecciones, ¿influyó en la decisión?
Nosotros por
definición nos jactamos de ser un país independiente. Tenemos dos enormes
vecinos que nos han hecho ser muy orgullosos de las decisiones que nosotros
tomamos. Acá la prensa, en general, dijo cualquier cosa. Es verdad, hubo un
lobby fuerte de la gente que estaba en contra del asilo. La bancada del APRA me
consultó sobre qué opinaba que ellos también fueran. Les dije que no me parecía
mal que fueran, porque siempre es bueno oír las dos campanas.
Cabe mencionar que
la prensa dijo que mi país tomó la decisión de no otorgarle el asilo, porque el
embajador de Estados Unidos o el representante de la Unión Europea se
pronunciaron en contra. Francamente, debo indicar que para Uruguay esas
declaraciones eran ni fu, ni fa. Uruguay tomó su decisión en forma soberana.
Hay un tema que
ustedes consideran negativo. Para ustedes un lobista es una mala persona, en
Uruguay y en el mundo no es así. Los lobistas están permitidos en todos lados.
Funcionan. Impulsan determinadas posiciones, como los abogados. Un lobista en
Uruguay no es una mala palabra. Forma parte de las reglas de juego. No puedo
medir hasta dónde los lobistas tuvieron su éxito, pero te puedo decir que
conociendo a los uruguayos y conociendo al Gobierno y habiendo trabajado con
él, con el Frente Amplio o con los Blancos,
o coalición como ahora, o con los Colorados -que es el partido de toda
mi familia y que será mío apenas llegue
a Uruguay- un lobby de ese tipo no tiene la menor importancia.
El
trato era de presidente y de embajador
-
¿Cómo fue la estancia de Alan García en la Embajada?
Fue una relación
totalmente respetuosa, de presidente y de embajador. Permití la libre presencia
de toda su vasta familia en esta casa. Le saqué tarjeta amarilla a uno de sus
colaboradores más inmediatos -que destaco no fue su secretario privado, Pinedo,
que es un caballero y una bellísima persona- por hablar demás a la prensa.
El presidente vivió
en un cuarto de la esquina de la residencia, en forma muy correcta y
respetuosa. Lo invitábamos a almorzar o a cenar con nosotros. Teníamos una
conversación tremendamente rica, culta, para Kuka y para mí. En ningún momento
mezclamos las canchas. Cuando tuvimos que hablar de temas de él, lo hicimos
reservadamente él y yo, su señora vivió en casa unos pocos días, su hijo menor
también.
Al principio fue
más complicado porque estaban mi hermana y mi sobrino, que tuvieron con pena que
irse rápidamente.
Vino también de
Madrid la señora del presidente. Todo lo coordinaba yo con Alan Raúl (...)
Todo siguió acá con
la tensión del caso, sin ningún tipo de inconvenientes. Nunca nos bajamos de
los roles que cada uno tenía, fue tremendamente respetuoso. Él tenía como punto
referencial, todo el tema del asilo de Haya de la Torre. Muchas veces teníamos
que reiterarle el ofrecimiento para que bajara a almorzar. Siempre decía que no
quería molestar, que ya nos había molestado bastante y que nos había
distorsionado toda nuestra vida. Cosa que fue verdad, pero fue verdad. Este
incidente marcó mi gestión. Yo antes era un feliz casi desconocido. Perdí la
ventaja del anonimato.
Un
libro que no se publicará
-Pero
con la conciencia tranquila...
Sí y le cuento algo
que aún no me ha preguntado. Esto que le estoy contando, lo tengo básicamente
escrito y cuando empezó la pandemia, que nunca calculé que iba a durar tanto,
me dije, ahora termino mi libro.
-¿Cómo
se va a llamar el libro?...
No se va a llamar.
No lo voy a publicar. Lo abandoné en mayo. Porque mi vida ha sido de cosas
positivas. Soy un agradecido a Dios y a
la vida y ese libro está, si lo completara, cargada de cosas negativas y
tristes.
Anotaba todas
nuestras conversaciones cuando comíamos juntos. Porque fue muy rico. Era una
persona de una cultura vasta. Hablábamos de filosofía, historia, de la realidad
internacional, de política. Con mi hermana, por ejemplo, habló horas de la
salida de Inglaterra de la Unión Europea, del Brexit,
Metí el libro, con
bastante documentación, en una caja y se
fue con la mudanza
-¿Tanto
le afectó como para no escribirlo?
No a mí, es un
pequeño pedazo de la historia peruana, que termina con la decisión que ya había
tomado Alan García cuando estuvo en esta casa y en esa medida, todo es feo.
Me marcó. Cuando
llegué al Uruguay después del incidente, era verano y empezaba el año electoral
y honestamente no tuve coyuntura para irme a otro puesto.
-¿Pidió
su cambio?
Lo pedí, pero no
formalmente. No lo exigí. Nunca un embajador está en capacidad de exigir. Y me
formulé la pregunta: Si actuamos bien ¿por qué te vas a ir? Y también me lo
dijo mucha gente.
La
despedida fue muy formal
-¿Cómo
fue la situación final del tema del asilo?
Recibí una llamada
del canciller del Uruguay anunciando que se realizaría una conferencia de
prensa del presidente con él y que iban a anunciar que no le iban a conceder el
asilo. Fue muy temprano en la mañana, no hay que olvidar, que tenemos dos horas
de diferencia con Montevideo. Desperté a Alan García y le transmití la
información. Él me preguntó “¿es formal?” Le dije que sí. Me preguntó si yo lo
podía llevar. Le dije que no, porque no estaba requerido y que llamara a
alguien de sus colaboradores. Eso se precipitó rápidamente. Lo vinieron a
buscar –antes que se anunciara en Montevideo- y se fue en el mismo auto rentado, con vidrios
polarizados.
La despedida fue
muy formal. Me agradeció mucho, de manera muy formal, al pie de la escalera y
le abrí el portón.
Llamé al canciller
Popolizio, para que por favor lo anunciara. Sonrié porque me dijo "¿estás
seguro de que ya se fue?" (…) Lo anunció y me pidió que también lo comunicara.
Salí y me fajé con los impertinentes colegas suyos en la puerta y les dije
elegantemente "quedan liberados, recuperen la paz. Volvamos a la
paz".
“Gracias
por alargarle la vida”
-Finalmente
¿Por qué fue al velorio del expresidente?
Sentí que debía
hacerlo, a pesar de la oposición unánime de toda mi familia. Pero tuve un
afortunado episodio: llamé a los emisarios para pedirles que me ayudaran a
ingresar a la Casa del Pueblo. Nadie me dio pelota. Salí a caminar y me crucé
con un vecino, que es del APRA, y me dio las facilidades, a pesar que me dijo
que no acudiera.
Fui y me trataron
muy bien. Me llevaron hasta el féretro. Al dar mis condolencias, la señora y el
hijo más chico se abrazaron conmigo y me agradecieron lo que habíamos hecho mi
mujer y yo, durante el incidente. Ella me contó que él quería llamarme en
Navidad para pedir disculpas. La señora me abrazó y me dijo "gracias por
alargarle la vida"; y, como corolario, declaré a la prensa diciendo ”que
se perdía un gran líder de América Latina”.
Publicado en Expreso
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