Los secretos de la exitosa diplomacia vaticana
Monseñor Paul Richard Gallagher
Los secretos de la exitosa diplomacia vaticana
Ricardo Sánchez Serra
En el marco de la conmemoración del 40 aniversario del Acuerdo
entre la Santa Sede y el Perú, se realizó la conferencia magistral virtual “La
Diplomacia de la Santa Sede”, ofrecida en la Academia Diplomática del Perú,
Javier Pérez de Cuéllar, por el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario
para las Relaciones con los Estados, de la Secretaría de Estado de la Santa
Sede.
La diplomacia vaticana está
considerada como la mejor del mundo y tiene gran influencia en las relaciones
internacionales. Desde la era medieval pugnaba por la unión de los Estados
cristianos, arbitraba para evitar las guerras entre ellos y hasta la
actualidad, su óptica cristiana de paz, impregnada de valores e incluidos en
numerosas encíclicas y la palabra del Papa, la convierten, sin duda, en una
respetable voz y esperanza para la humanidad.
“A lo largo de los siglos -expresó
monseñor Gallagher- la diplomacia de la Santa Sede se ha desarrollado de manera
multiforme, encaminada siempre a garantizar la libertad de los fieles y la
colaboración entre los pueblos. Durante su viaje a Corea, en 2014, el Papa
Francisco definió la diplomacia como el arte de lo posible, que está basada
en la firme y constante convicción de que la paz se puede alcanzar mediante la
escucha atenta y el diálogo, más que con discriminaciones recíprocas, críticas
inútiles y demostraciones de fuerza”.
Afirmó que desde
la óptica cristiana, la paz es al mismo tiempo, “un precioso don de Dios y
responsabilidad personal y social que reclama nuestra solicitud y diligencia. Y
sí el don pertenece al orden de la gratuidad que une al Creador con sus
criaturas. La acción humana reconduce al criterio de la responsabilidad. Cómo
mujeres y hombres que vivimos cada día nuestro peregrinaje terrenal, también
nosotros tenemos la responsabilidad de construir la paz”.
La autoridad
vaticana agregó “que aspirar a la paz, no basta, como tampoco es suficiente la
intención de trabajar por la paz. Se necesitan conductas concretas y
coherentes, acciones específicas y sobre todo la plena conciencia de cada uno,
en su pequeño y gran mundo cotidiano, de ser constructores de paz”.
Monseñor
Gallagher dijo que la acción diplomática de la Santa Sede está llamada a actuar
para facilitar la convivencia entre las naciones para promover aquella
fraternidad entre los pueblos, donde el término fraternidad es sinónimo de
colaboración efectiva, de verdadera cooperación, de una solidaridad
estructurada en beneficio del bien común y de las personas.
El bien común y la paz tienen más de un vínculo
“El Santo
Padre pide hoy a la Santa Sede que se movilice en el escenario internacional,
no para garantizar una genérica seguridad -hoy, más difícil que nunca en este
periodo de persistente inestabilidad y de una marcada conflictividad- sino para
apoyar una idea de paz, como fruto de relaciones justas, es decir, de respeto
de las normas internacionales que tutelan los derechos humanos fundamentales,
comenzando por los últimos, los más vulnerables”, informó el también doctor en
derecho canónico.
“Aquella paz
–añadió- que como dice San Pablo VI, citando la Constitución Conciliar Gaudium
et Spes, no surge solo de la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo
equilibrio de las fuerzas, una perspectiva, que ya en su momento superó la
creencia tradicional de las relaciones internacionales, estructurada casi
naturalmente en la alternancia entre paz y guerra”.
Detalló que
los papas, particularmente aquellos más cercanos a nosotros, han manifestado y
manifiestan esta visión en sus enseñanzas. “Como no recordar la Pacem Dei
munus, de Benedicto XV, al final de la Primera Guerra Mundial, o la Pacem in
Terris de San Juan XXIII, escrita en medio de un mundo dividido por la Guerra
Fría. El reciente magisterio reafirma esta visión incluso en los contextos
internacionales más significativos, en los momentos de mayor tensión, mostrando
cómo la paz no es solo una piedra angular de la doctrina de la Iglesia, sino
que en sus contenidos es una verdadera y propia agenda para la acción de la Santa
Sede en la sociedad de los Estados y para la conexa actividad diplomática que
ejerce”, indica el alto funcionario vaticano.
Pilares de la diplomacia pontificia
La
promoción de la cultura del diálogo y de encuentro, como la llama el Santo Padre,
es una de las piedras angulares de la diplomacia pontificia, a lo largo de toda
la historia reciente, a través de la cual se construye la paz, corazón y centro
de cada acción diplomática.
Por ello se
comprende la amplia red diplomática de la Santa Sede, que mantiene relaciones
diplomática bilaterales con 183 Estados, a los que hay que sumar la Unión
Europea y la Soberana Orden de Malta. El Vaticano mantiene también relaciones
estables de tipo multilateral con muchas otras instituciones
intergubernamentales, competentes en los diversos sectores en los que se
articula la estructura de la gobernanza internacional.
“Estas
cifras permiten destacar una amplia dimensión de trabajo cotidiano, complejo y
muchas veces difícil, cuyo objetivo sigue siendo ad intra, la suprema ley de la Iglesia, es decir, la salvación de
las almas, la salus animaru, mientras
que ad extra el objetivo es la
ordenada convivencia entre los pueblos, que para la visión cristiana, es el
verdadero y primer requisito para la paz”, comentó el monseñor Gallagher.
Complementó
que si se alcanza la meta de la verdadera paz sobre la tierra, significa para
la dimensión religiosa, dar cumplimiento a la historia de la salvación. “Para
la diplomacia pontificia quiere decir, operar como instrumento de paz,
ateniéndose en consecuencia a los principios del diálogo de la perseverancia,
del respeto de las normas y de aquella lealtad que el derecho internacional
expresa en el bien conocido principio de buena fe, Pacta sunt servanda.
Como hemos
señalado la palabra paz, encierra por tanto, un general deseo de la humanidad
que la Iglesia, a partir del Evangelio recoge y hace suyo, pero hay que añadir
una aclaración de inmediato, la idea de paz de la que la Santa Sede es
portadora, no se detiene en las que las naciones expresan en el derecho internacional
contemporáneo”, precisó el prelado.
Prevención de conflictos
“De hecho
–amplió- la Santa Sede está profundamente convencida de que ninguna acción
que importe la paz, incluida la utilizada por la diplomacia, puede
ser razonable y válida en sí, incluso tácitamente si aún mantiene referencias a
la guerra. Desde este punto de vista trabajar por la paz no se fija solo en determinar
un sistema de seguridad internacional y quizás respetar sus obligaciones, este
es solo un primer paso, muchas veces obligado, a veces impuesto, también se
requiere prevenir las causas que pueden desencadenar un conflicto bélico. Así
como eliminar aquellas situaciones culturales, sociales, étnicas, religiosas
que pueden reabrir guerras sangrientas que acaban de concluir”.
El Papa
pide que se actúe a favor de la reconciliación entre las partes, sean Estados,
actores no estatales o grupos de insurgentes u otras categorías de combatientes.
La cuestión es evidente: involucra no solo responsabilidades individuales o
colectivas, sino también el subconjunto, el sistema de reglas de gobernanza
mundial.
Gallagher opinó
que el derecho internacional, en su función de una autoridad superior de los Estados,
muestra la paulatina maduración de principios y normas para regir aquellas
precisas situación que justifiquen el recurso al uso de la fuerza armada, el
llamado ius ad bellum y aquellos
destinados a regular los propios conflictos, el ius in bello.
“En los últimos tiempos estos
procesos –comentó- han llegado a elaborar normas para intentar humanizar
incluso, los escenarios bélicos, definiendo así los contenidos del derecho
internacional humanitario. Aún compartiendo y observando esos esfuerzos, sin
embargo, para la Santa Sede, es urgente hoy más que nunca cambiar el paradigma
mismo en el que se basa el orden internacional actual”.
Paliativos sin eficacia
El diplomático vaticano adicionó que
“los hechos y las atrocidades de los que somos testigos casi a diario exigen a
los distintos actores, Estados e instituciones gubernamentales en primer lugar,
trabajar en prevenir la guerra en todas sus formas dando consistencia más bien
a un ius conclavelum, es decir, a
normas capaces de desarrollar, actualizar y sobre todo imponer los instrumentos
ya previstos por el ordenamiento jurídico internacional para resolver
pacíficamente las controversias y prevenir el uso de armas”.
“Me refiero concretamente –puntualizó-
al diálogo, la negociación, mediación, la conciliación, muchas veces vistas
como simples paliativos privados de la necesaria eficacia. No se puede imponer
una consideración diferente de estos instrumentos, sino que solo puede surgir
de una convicción general, la paz es un bien irrenunciable e insustituible. Esfuerzo
al que todos estamos llamados, es el de favorecer una conciencia madura que se
refleje efectivamente en la acción de los respectivos gobiernos y por
ende de los organismos intergubernamentales”.
Y todo ello en pleno respeto de
aquella legalidad internacional que se apoya sobre los fundamentales principios
de justicia y humanidad, compartidos por todos, pero muy pocas veces traducidos
en decisiones y comportamientos que sean coherentes y verdaderamente efectivos.
Al mismo tiempo, el derecho
internacional debe continuar dotándose de instituciones jurídicas, instrumentos
normativos, capaces de gestionar los conflictos concluidos, o las situaciones
en que los esfuerzos de la diplomacia han obligado a las armas a guardar
silencio.
“En este sentido –indicó Gallagher-
la Santa Sede quiere ser un estímulo para el resto de miembros de la comunidad
internacional, pare que cobre plena forma la necesidad de un ius pos perdum, reformado, rico,
unificado con respecto al tradicional, que se limite simplemente a establecer
las relaciones entre vencedores y vencidos.
Paz y justicia
El Papa Francisco lo ha afirmado con mucha claridad: ´cuando
oigan las palabras victoria o derrota siento un gran dolor, una gran tristeza
en el corazón, no son palabras justas, la única palabra justa es paz´”.
En su extensa conferencia magistral, el diplomático vaticano
advirtió que cuando está en juego la paz, los temas a abordar en el
posconflicto son muy claros, como por ejemplo, el retorno de los refugiados y
desplazados, el funcionamiento de las instituciones locales y centrales, la
reanudación de las actividades económicas, la salvaguarda del patrimonio artístico
y cultural, del que el componente religioso no es lejano. Sin embargo, muchas
más completas son las necesidades de reconciliación entre las partes, basta
pensar en el respeto a los derechos humanos y entre ellos, el derecho al
retorno, a la reunificación de las familias y de las comunidades, a la
restitución de sus bienes, o las indemnizaciones.
“La
tarea en el posconflicto, por lo tanto, no se limita a reorganizar los
territorios, reconocer una soberanía nueva o incluso garantizar con la fuerza
armada los nuevos equilibrios logrados, más bien debe concretar la dimensión
humana de la paz, eliminando cualquier posible motivo que puede volver a
comprometer la condición de aquellos que han vivido los errores de un guerra y
ahora esperan según la justicia un futuro diferente. Traducido al lenguajes de la diplomacia, esto significa dar
prioridad a las fuerza del derecho a la imposición de las armas,
garantizando la justicia, incluso antes que la legalidad”, apuntó Gallagher.
Persuadir con discreción y
actuar con prudencia
“Permítanme recordar cómo,
incluso en este momento, la experiencia de la diplomacia pontificia son muchas
y variadas. Basta pensar en el destino de las antiguas comunidades cristianas
de Oriente Medio, cuya defensa alcanzó a representaciones pontificias en esa
región del mundo. Y esto en la convicción de que la protección debe ejercerse
en favor de todas las personas, en su condición de víctimas indefensas, incluso
antes de su pertenencia a las diferentes comunidades religiosas”, especificó.
En Siria, Líbano y Jordania las
organizaciones católicas están trabajando arduamente para proteger y cuidar a
todas. Pero, en general, estas acciones quedan fuera del centro de atención y de las noticias.
“Esta forma de actuar –arguyó
el arzobispo-, eficaz, discreta, suele coincidir con el fundamento clásico de
la actividad diplomática, ´persuadir con discreción y actuar con prudencia´.
San Juan XXIII durante los años de su fructífero servicio diplomático señaló
sobre este tema en su ´Diario del Alma´. Para dar sencillez en todo, recordaré
las virtudes teologales y cardinales, la primera de las cardinales es la prudencia,
aquí es donde lucha y a menudo quedan derrotados papas, obispos, reyes y
comandantes, esta sin embargo, es la virtud característica de los diplomáticos.
Para facilitar el diálogo entre las partes, es necesario identificar
herramientas y oportunidades de encuentro”.
Mediación
canal de Beagle e islas Carolinas
En otro momento de su ponencia,
Gallagher contó que en la década de 1980, en la sección de Relaciones con los
Estados de la Secretaría de Estado, se ubicó una oficina especial, de la
Mediación Pontificia. Se trataba de desarrollar los contenidos
jurídicos-políticos necesarios para poner fin a la disputa territorial entre
Argentina y Chile sobre el canal de Beagle, en el extremo sur del continente
americano, objetivo efectivamente logrado el 29 de noviembre de 1984, con la
conclusión del Tratado de Paz y Amistad, por el cual las partes tuvieron
efectos vinculantes a la solución de la controversia tal y como había propuesto
la Santa Sede.
Recordó que este tipo de acción
pacificadora tienes raíces mucho más antiguas en las mediaciones medievales, pro pace reformanda inter gentes y ya se había exigido en
épocas más recientes como el arbitraje del Papa León XIII en 1885, para poner
fin al conflicto entre España y Alemania por la soberanía sobre las islas
Carolinas, que llega a la más alta implicación de la Santa Sede en facilitar un
encuentro entre Cuba y los EE.UU. para iniciar una nueva temporada de
relaciones diplomáticas tras décadas de contraposición.
“Quienes deseen leer –analizó- estos
hechos como puramente políticos, están desconectados de una dimensión más
espiritual y eclesial. Basta recordar que en los casos aquí mencionados fueron
los obispos locales y en todo caso, la presencia, el papel positivo de la
Iglesia, que en esos países han considerado imprescindible una intervención
diplomática directa de la Santa Sede. Estas mediaciones diplomáticas pone en
primer plano una de las dimensiones esenciales de la acción eclesial, que es el
cuidado del prójimo, en una palabra, la caridad”.
“Podíamos decir –amplió- que es
un eje de la actividad diplomática de la Santa Sede, como un compromiso
particular a favor de los más débiles, ante todo en defensa de los derechos de
las mujeres y los niños, así como de los migrantes, los prófugos, los
refugiados. También es importante el papel que puede desempeñar la Santa Sede
en colaboración con los Estados, en el contexto de los desafíos que planteen la
globalización y particularmente hoy, en el contexto de la pandemia y la
tremenda crisis económica que está provocando”.
Dios
no es indiferente al destino del hombre y su sufrimiento
De otro lado, monseñor
Gallagher, mencionó que lamentablemente se ve en el mundo otra palabra que es radicalmente opuesta a la
caridad: la indiferencia ante las personas que sufren, personas sin hogar,
muchas víctimas de guerras obligadas a emigrar, personas que han perdido su
trabajo.
“El Papa Francisco nos invita a dar el primer paso contra la
indiferencia, nos pide que seamos muy valientes y que dejemos atrás las
certezas fáciles que hemos adquirido, comprometiéndonos a una auténtica
conversión del corazón, de las prioridades y de los estilos de vida, para exponernos
al encuentro con el otro. En el fondo la diplomacia de la Santa Sede, es una
diplomacia en camino, un camino largo, complejo y difícil, pero posible,
elegido a superar muchas indiferencias de nuestro tiempo y construir un futuro
de paz para toda la humanidad” señaló.
Finalmente, sobre las
relaciones con la complicada China, el diplomático vaticano reseñó que “buscamos
promover un diálogo con las autoridades chinas. Hemos hecho un acuerdo técnico
para el nombramiento de los obispos, ha funcionado un poco, podría funcionar
mejor. Se ha renovado este acuerdo por dos años más, buscando permitir que los
católicos en China tengan obispos idóneos para el servicio del pueblo de Dios.
Evidentemente esperamos que
progresivamente las condiciones de los católicos y de otros credos puedan
mejorar y tener relaciones normales con las autoridades del Estado”.
Allan Wagner
Diplomacia vaticana es relevante
A su turno, el director de la Academia
Diplomática, Allan Wagner, destacó que la diplomacia de la Santa Sede posee una
enorme influencia en las relaciones internacionales particularmente en la
preservación de la paz y la vigencia de los derechos humanos.
“La Iglesia Católica y Su Santidad el Papa, han
tenido una significativa participación en temas políticos, sociales de
relevancia histórica. Han sido protagonistas de importantes sucesos que podemos
trazar desde el Imperio Romano hasta nuestros días, lo que nos da una idea de
la trayectoria, alcance y centralidad de este importante actor. Para ello a lo
largo de los siglos, la diplomacia papal ha contado, con el concurso de
enviados, representantes, delegados, nuncios y toda una vasta jerarquía, que
mantiene presencia no solo en las ciudades capitales, sino en miles de
localidades alrededor del mundo”, ilustró el excanciller.
Describió que en lo que atañe a la diplomacia
actual de la Santa Sede, tiene especial relevancia referirse a la reunificación
italiana que llevó en 1871 a la pérdida de los Estados Pontificios y al inicio
de lo que se llama la Cuestión Romana.
“En 1929 esta situación llegó a su fin con la
firma de los Tratados de Letrán entre la Santa Sede y la República Italiana,
reconociéndose la independencia y la soberanía del Estado Vaticano y como tal
su carácter de sujeto de derecho internacional público”, contó.
“Estas atribuciones –agregó- hacen de la Santa
Sede un caso único, ya que además de estar bajo la soberanía del Papa como
cabeza de la Iglesia Católica es también un Estado con todas sus
características y atribuciones, entre ellas, la posibilidad de tener
representaciones diplomáticas a nivel internacional. La Santa Sede mantiene
relaciones con alrededor de 180 Estados, ocupando el segundo lugar en número de
relaciones diplomáticas, luego de los EE. UU.”.
Asimismo –continuó- la Santa Sede cuenta con un observador
permanente ante las NN. UU. y representantes en diversos organismos
internacionales. La política exterior de la Santa Sede comprende todos los
temas de relevancia internacional, los que se ven enriquecidos con una
perspectiva profundamente humana y naturalmente cristiana bajo la impronta
distintiva que cada Papa imprime en su gestión en el exterior.
“El Papa Francisco desarrolla relaciones muy
activas con otros credos y ha extendido su puente hacia China. También otorga
especial relevancia a temas globales, como es el caso del medio ambiente, como
demuestra la Encíclica Laudato Si”, concluyó Wagner.
Mario López Chávarri
“Nos debemos los
unos a los otros”
En su turno, el entonces canciller, Mario López
Chávarri, subrayó que con la presencia del monseñor Paul Gallagher, el Perú
celebra la histórica y fecunda relación con la Iglesia Católica y con su
Gobierno, la Santa Sede, en ocasión del cuadragésimo aniversario del Acuerdo
suscrito en nuestra capital el 19 de julio de 1980, por las autoridades de
ambos Estados: el Nuncio Mario Tagliaferri y el entonces ministro de RR. EE.
embajador Arturo García y García.
“En este acto de amistad y celebración que hoy
nos reúne – expone López Chávarri- está presente el grato recuerdo de la inolvidable
visita de Su Santidad el Papa Francisco a nuestro país, en enero del 2018,
ocasión en la que se puso de manifiesto la fe del pueblo católico peruano, así
como el afecto, el respeto y gratitud que el Perú guarda hacia el Santo Padre,
jefe de la Iglesia Católica y líder moral de nuestro tiempo”.
Resaltó que ahora, que la pandemia del covid-19
está generando la peor decisión mundial desde la Segunda Guerra Mundial,
causando desconcierto, incertidumbre, profundizando la desigualdad y la
injusticia en el mundo, la humanidad encuentra en la palabra del Santo Padre,
el impulso para seguir adelante con una nueva mirada fraterna y solidaria.
Aludió que “en su reciente encíclica Fratelli
Tutti, el Santo Padre nos convoca a repensar nuestros estilos de vida, nuestras
relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de
nuestra existencia, con la esperanza de que tanto dolor no sea inútil, que
demos un salto para una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que
nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad
renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de
las fronteras que hemos creado”.
“El Santo Padre de esa manera –añadió- nos
exhorta hoy a preparar el futuro. En ese proceso el mensaje de unidad y de
esperanza que el Papa Francisco trajo a nuestro país, adquiere aún mayor
vigencia y nos urge a transformar esta crisis en una oportunidad para el
cambio. Unidad en la diversidad, para vencer la fragmentación de la
desigualdad, la indiferencia y el individualismo, así como para construir
juntos nuestro futuro común, en donde el derecho de todos sea respetado,
esperanza para persistir en el diálogo social y seguir trabajando
solidariamente por la paz, la justicia y el cuidado de la creación.
En este camino las encíclicas Laudato Sí,
Fratelli Tutti y muy especialmente su exhortación apostólica ´Querida Amazonía´
nos exhortan, nos amplían, nuestra mirada y representa un horizonte de
esperanza fraterna para preparar el futuro, haciendo realidad la cultura del
encuentro, la cultura de la fraternidad y la cultura del cuidado de la creación
que el mundo necesita hoy más que nunca”, recordó el excanciller.
Describió que a través de la diplomacia de la
Santa Sede, el Santo Padre porta al mundo el mensaje evangélico que inspira a
su magisterio y a la doctrina social de la Iglesia, contribuyendo a la defensa
de los derechos de la persona y su dignidad y al logro del bien común.
La diplomacia
pontificia se caracteriza por su indesmayable labor a favor de la paz y la
justicia social.
Indicó que, en este camino en el que la Iglesia
Católica inspira y acompaña a la humanidad, se recuerda que el Concilio
Vaticano II, convocado por el Papa San Juan XXIII, propuso una nueva mirada y
valoración de la modernidad, dando lugar entre otros desarrollos, a un nuevo enfoque
de las relación Iglesia Católica-Estado, que en el caso del Perú se cristalizó
con el Acuerdo de 1980.
“Ese nuevo enfoque –describió- comprendía
compromisos de recíproca independencia y mutua autonomía y colaboración. Al
respecto la encíclica Gaudium Et Spes señala la comunidad política y la Iglesia
son independientes y autónomas, cada una en su propia terreno, ambas, sin
embargo, aunque por diversos título están al servicio de la vocación personal y
social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanto mayor eficacia para
bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida
cuenta de las circunstancias del lugar y tiempo”.
El embajador López Chávarri aseguró que al
adoptar este nuevo enfoque el Acuerdo establece, en consonancia con la
Constitución del Perú, que en reconocimiento a la importante función ejercida
en la formación histórica, cultural y moral del país, la misma Iglesia recibe
del Estado la colaboración conveniente para la mejor realización de su servicio
a la comunidad nacional. Esta nueva relación Iglesia-Estado se marca en el
respeto a los derechos humanos y la dignidad de la persona en particular, en el
respeto al derecho humano de libertad de conciencia y de religión reconocida en
tratados internacionales y en nuestra propia Constitución, libertad que el
Concilio Vaticano II defendió a través de la Declaración Dignitatis Humanae, sobre la libertad religiosa.
El Perú agradecido
Agregó que “al impulso de los desarrollos antes
descritos, el Acuerdo de 1980, que constituye un tratado internacional, dio
inicio a una nueva etapa en la relación de colaboración entre la Iglesia Católica
y el Estado peruano. En su común misión de servicio a la sociedad, pero
reconociendo la naturaleza diferente de esta. En ese proceso de mutua colaboración
y respeto, la Iglesia Católica desarrolla libremente su vida de fe en el Perú y
lleva adelante una intensa acción espiritual, social y humanitaria,
especialmente a favor de las poblaciones más necesitadas, vulnerables,
presencia y asistencia que el Gobierno peruano valora y agradece. Una obra que
el Nuncio, monseñor Nicola Girasoli, alienta y acompaña con cercanía y afecto.,
aún en los lugares más remotos de nuestro territorio, llevando a todos ellos,
el mensaje del Santo Padre”.
Como colofón enunció que la Iglesia Católica
está siempre al lado del que sufre dolor e injusticias, sean en las catástrofes
o emergencias como la covid-19, o en las tragedias humanas y sociales
cotidianas, que, como la violencia a la mujer, la trata de personas, o el drama
de la drogadicción destruyen nuestra trama social. La Iglesia en todas estas
situaciones lleva esperanza, defiende la justicia y alienta el desarrollo.
“Renovamos nuestra decisión de seguir
profundizando nuestra mutua relación de colaboración. Felicito la iniciativa
"Resucita Perú Ahora", que animada por el cardenal Pedro Barreto y el
arzobispo de Lima, Carlos Castillo, demuestra el liderazgo de la Iglesia y su
capacidad de convocatoria y articulación inclusiva de acciones solidarias con
el Estado y todos los actores sociales, para atender las múltiples necesidades
que han surgido en esta emergencia y caminar así juntos hacia el logro del bien común”, expresó el
excanciller.
Nicola Girasoli
Excelentes
relaciones
En su intervención, el carismático monseñor,
Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico de la Santa Sede en el Perú, enfatizó que el
acuerdo entre los dos países, es un
instrumento de servicio.
“Es un acuerdo que brinda para servir mejor y con mayor eficacia
al pueblo del Perú, garantizando todas las múltiples actividades educativa-caritativa
de la Iglesia Católica. A su vez, esta en su relaciones institucionales, no
busca privilegios, sino, lo que hace desde siglos, un valioso servicio a la
sociedad peruana, especialmente a los más pobres y a los más necesitados”, dijo
el representante del Papa.
Aseguró que las relaciones entre la Santa Sede y el Perú son
excelentes y muy sólidas, con una larga tradición de muchas décadas, que se
refuerzan cada año, con el mutuo aporte que la Iglesia Católica y el Perú
brindan a todos los peruanos en sectores importantes, como la salud, la
educación y la ayuda social.
Agradeció de manera muy especial al Ministerio de RR. EE. del
Perú por la constante y muy elevada preparación y colaboración en la
interpretación del Acuerdo, especialmente los artículos 2, 10, 13 y 19, con
referencia a las nuevas leyes que van saliendo en el Congreso y en el país, refiriéndose
a los recientes acuerdos sobre los colegios pedagógicos, a la importaciones de
bienes y también al tema de los impuestos.
El evento se realizó gracias a la iniciativa de
la embajadora María Elvira Velásquez Rivasplata, embajadora del Perú en la
Santa Sede, quién contó con el apoyo del Ministerio de RR.EE, la Academia
Diplomática del Perú, El Vaticano y la Nunciatura Apostólica en el Perú. Si
bien el Acuerdo entre la Santa Sede y el Perú fue firmado en Lima el 19 de
julio de 1980, cabe destacar que existe
una legación permanente del Perú ante la Santa Sede desde 1859.
María Elvira Velásquez Rivasplata
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