EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL Y LOS PRÓCERES REGIONALES DE LA GESTA
EL PROCESO DE LA
INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL
Y LOS PRÓCERES REGIONALES
DE LA GESTA
La embajadora de la República del Ecuador, Eva García
Fabre, nos relata en este artículo, pasajes poco conocidos y muy valiosos, no
solo de la historia de Guayaquil, sino, asimismo, que muchos de sus hijos
lucharon por la independencia del Perú
El 9 de
octubre es una de las fechas más importantes en el proceso de independencia de
América del sur.
Hablar de la
independencia de Guayaquil es hablar de un abrazo solidario entre nuestros pueblos.
Eso lo vemos si analizamos el movimiento libertario y el conjunto de próceres
guayaquileños, los que no lo eran y los que vinieron. Es también hablar de la protagonista de una
historia singular de los movimientos independentistas de América, con un peso
importante en la vida económica y política de la época: Guayaquil.
Hasta bien entrada la colonia, no hubo astillero en el
Pacifico que pudiera igualar a los de Guayaquil. Desde antes de la llegada de
los españoles, Guayaquil y su zona de influencia, así como todas las culturas
prehispánicas, ejercían el comercio marítimo con otras culturas del litoral
sudamericano. Tras la colonización, los
españoles buscaban un gran puerto comercial para el Pacifico, estableciéndose
Guayaquil, en su actual sitio en 1547. Se desarrolló como uno de los mayores
astilleros de la corona española, en buena parte por la calidad de la madera
que daban sus bosques. Atacada por los
enemigos de España, corsarios y piratas, a más de fuertes incendios, Guayaquil
se levantó una y otra vez, renovada. Sin
contar con las pestes y epidemias que la asolaban al ser ciudad puerto expuesta
a los males que llegaban del exterior y muchas veces agravados por el ambiente
tropical.
Durante la última
parte del siglo XVIII, la llamada Provincia de Guayaquil prosperaba gracias a
la producción y exportación de cacao y otros productos agrícolas, además de la
construcción de barcos y el comercio marítimo. Tenía una población variada,
entre blancos, mestizos, indígenas, así como negros y mulatos. Con una
importante extensión que iba desde parte de la actual provincia de Esmeraldas,
hacia el sur, lo que hoy son por 5 provincias costeras del Ecuador y parte de
cinco provincias de la sierra. La provincia
de Guayaquil, tenía más de 70.000 km2 de superficie, una población de alrededor
de 15 000 habitantes y una rica diversidad de recursos naturales. Su ubicación
en las principales rutas comerciales de la costa sudamericana del Pacífico
atrajo a muchos extranjeros, principalmente europeos, quienes la consideraban
atractiva por las oportunidades de comercio. Un historiador francés cuenta que
se trataba de una bonita ciudad con casas de hermosas maderas, en edificios hasta
de 4 pisos, ordenadas calles y puentes.
Importante comercio
Fue sede del
corregimiento de Guayaquil, que formaba parte de la Real Audiencia de Quito,
que fue parte del Virreinato de Perú y luego del de Nueva Granada. En 1764 tomo carácter de Gobierno político y
militar por orden del rey Carlos III de España.
La Real Audiencia de Quito tenia
jurisdicción sobre las provincias de Quito, Guayaquil y Azuay. Posteriormente, con su independencia en 1820, la
provincia independiente de Guayaquil tuvo un gobierno y constitución
provisional hasta su incorporación a la Gran Colombia. Y una década después fue
a formar parte de la naciente República del Ecuador.
Volviendo a lo económico y comercial, aparte del cacao -el producto más importante de la región- también se producía excelente madera fina, café, cera de abeja, miel, arroz, ajonjolí, algodón, vainilla, entre muchos otros productos demandados en las regiones que formaban parte de la Corona Española. Surcada por un gran río que facilitaba el transporte interno. Por tal motivo, la provincia obtuvo grandes ventajas a raíz de la liberalización del comercio, promulgada en 1778. El mercado más grande para las exportaciones era la Nueva España (México); mientras que los comerciantes de Guayaquil también importaban y vendían diversos productos, fundamentalmente en los territorios de la Real Audiencia de Quito.
Vale mencionar una
cita del virrey de Nueva Granada al respecto:
“Las exportaciones de mercancía local
sumaron 5,7 millones de pesos en diez años, de 1791 a 1800; las reexportaciones
de bienes europeos fueron de 1,4 millones. Las importaciones han sido de 2,6
millones en moneda y 5,7 millones en mercancía. Así, Guayaquil con su industria
y agricultura pagó por sus importaciones y además ganó 1,5 millones de pesos
como utilidad.”
La diversidad de
orígenes étnicos, así como la prosperidad comercial, hizo de Guayaquil una de
las sociedades más igualitarias de esa época colonial; con oportunidades
económicas, movilidad social y, curiosamente, con menor rigidez
jerárquica/social que en los centros urbanos más poblados y de mayor presencia
de la monarquía española. Como consecuencia, la riqueza se distribuyó de manera
más equitativa. Los ricos no eran tan ricos como en Quito, Lima o México;
formándose así una clase media educada, considerable. Y un modo de producción
más evolucionado y solidario.
Complicación por las tres jurisdicciones
El no tener
presencia permanente de autoridad palaciega, le dio libertad y tuvo que tomar
iniciativas en muchos aspectos, para ser autosuficientes y adoptar modos de producción
más eficientes y pragmáticos, no con las tendencias feudales del resto del
territorio. Por eso con la corriente
libertaria no hubo rupturas abruptas porque fue un proceso que se fue llevando
poco a poco con la dinamia de la economía y la gestión mercantil y sus
requerimientos. Más a tono con el nuevo
liberalismo de principios del siglo XIX.
Para evitar algunas
prácticas poco controlables por la ley en ese momento, como el contrabando, Los
comerciantes protegían sus intereses creando lazos con individuos poderosos en
todas las ciudades que ejercían autoridad sobre la provincia, como Lima, Santa
Fé y Quito, formando alianzas en los centros urbanos e intentando controlar las
instituciones locales. En este sentido, cuando en 1803 la Corona otorgó a Lima
autoridad militar sobre la Provincia de Guayaquil, los intereses económicos de
los grandes comerciantes se complicaron frente a las múltiples jurisdicciones y
superposición de autoridades creadas. Bajo el nuevo sistema, la provincia
comparecía ante Quito en materia política y judicial, ante Cuenca en temas
religiosos, y ante Lima en cuestiones de comercio y militares.
Desplome de España y ascenso independentista
Por otra parte, hay
que considerar en este contexto lo que significó el colapso de la monarquía
española en 1808. Como conocemos, a más de las corrientes intelectuales
libertarias y de las luces, la guerra entre España y Francia de esos años
impulsó los primeros movimientos independentistas en el nuevo mundo. Las
noticias llegaban tarde respecto de los puertos del Atlántico.
Otro hecho
interesante de finales de esa década es la formación de la Junta Suprema
Central y Gubernativa del Reino, el órgano ejecutivo y legislativo de España al comienzo de la ocupación
napoleónica. Estos Buscaron
incorporar a representantes de los virreinatos y otras jurisdicciones de
América, luego de decretar en 1809 que:
“Considerando que los vastos
y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias
o factorías como los de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de
la monarquía española, ha declarado Su Majestad que los reinos, provincias e
islas… deben tener representación y constituir parte de la Junta Central”.
Pero no agradó en América la inequitativa representación
propuesta. Cada provincia española contaba con dos diputados a la Junta
Central, mientas que los nueve reinos americanos tenían asignado apenas un
diputado por cada uno.
En Guayaquil, el
gobernador Bartolomé Cucalón reunió al ayuntamiento para elegir al candidato de
la provincia; siendo elegido el doctor José de Silva y Olave, Chantre de la
Catedral de Lima, un ciudadano ilustre, natural de Guayaquil, estudiado en Lima
desde su niñez y dedicado a la carrera de la Iglesia. Fue doctor de la Real
Universidad de San Marcos y consultado por la Real Cámara de Indias varias
veces para la alta dignidad del Obispado. El diputado partió desde Lima para
España, pasando primero por Guayaquil, donde fue recibido con honores por la
gente, que lo percibía como su representante. Su viaje continuó hacia México,
acompañado de su sobrino José Joaquín de Olmedo. Allí, las autoridades también
le reconocieron su estatus como representante del pueblo soberano. Sin embargo,
mientras Silva se encontraba en México, llegaron las noticias que la Junta
Central se había disuelto en España y se había nombrado un Consejo de Regencia
en su lugar; en que el diputado por la Nueva España sería el único
representante americano; forzando así el regreso a Lima de Silva y sus
acompañantes.
Las noticias de las
calamidades de la guerra entre España y Francia aterraron a los americanos,
muchos de los cuales consideraron que España no sobreviviría en calidad de
nación independiente. No sorprende, en consecuencia, que en 1809 estallaran en
el continente algunos movimientos a favor de la autonomía. Los primeros se
produjeron en los dos reinos sudamericanos a los que no se había otorgado
representación individual ante la Junta Central: la Audiencia de Charcas (hoy
Bolivia), en mayo y julio; y la Audiencia de Quito, en agosto de 1809.
Importancia de la Constitución de Cádiz
Rumores acerca de
supuestos complots para asesinar a los criollos nobles, movieron a la élite de
Quito a buscar protección y organizarse. Fue proclamado un nuevo gobierno
integrado por el Marqués de Selva Alegre como presidente, el 10 de agosto de
1809. A los pocos días, el gobernador de Guayaquil recibió una carta de su
hijo, el subteniente, quien se hallaba en Quito, informándole sobre la
formación de un ejército para invadir Guayaquil. El gobernador notificó de
inmediato al virrey en Lima sobre la revuelta, e impuso la ley marcial. También
apresó al líder empresario Bejarano, quien más tarde participaría en la gesta.
Aislada y
bloqueada, La Junta de Quito se dividió en facciones. Al siguiente mes,
soldados procedentes de Lima y Guayaquil ocuparon la ciudad, en tanto que
unidades militares provenientes de otras provincias se estacionaron en las
proximidades. Los quiteños se sorprendieron que las demás provincias no hayan apoyado
su revolución. Al parecer no estaban de acuerdo que la capital los represente. Pero
la reacción de Guayaquil, era comprensible, la ciudad había prosperado económicamente durante el
medio siglo anterior. No obstante, en Guayaquil, como en los demás
pueblos de América comenzaron a percibir los beneficios que traería una
transformación política en todo sentido y se vivía aires de libertas y
democracia.
En 1810, las
victorias francesas obligaron a la Junta Central a tomar medidas para reforzar
el apoyo al gobierno independiente español; por lo que, en enero de ese año,
decretó la realización de nuevas elecciones para las Cortes. En esta ocasión,
otorgaron a cada provincia del Nuevo Mundo representación individual. Estas
elecciones en Guayaquil, significaron un primer proceso democrático directo.
Fue electo representante ante las Cortes José Joaquín de Olmedo, quien llegó a
España en 1811 y, desde entonces, Guayaquil recibió informes directos y
detallados sobre las actividades de las Cortes.
En 1812, los
diputados de España y América expidieron la nueva Constitución de la monarquía
española, que transformó al mundo hispánico, incluyendo a Guayaquil. La llamada
Carta de Cádiz creó un Estado unitario con leyes iguales para todas las
partes. El sufragio fue concedido y se
establecieron tres niveles de gobierno representativo: la ciudad (el
ayuntamiento constitucional), la provincia (la diputación provincial) y la
monarquía (las Cortes). Así, esta carta magna transfirió poder político a las
localidades e incorporó a una importante cantidad de personas al proceso
político.
Entre 1812 y 1815
se realizaron varios procesos electorales en la provincia, para elegir
dignidades locales. Para cuando Guayaquil recibió noticias, en 1815, de que el
rey había abolido la Carta de Cádiz, el gobernador se encontraba en la mitad de
una nueva elección basada en esa Constitución. El tiempo entre las noticias
sobre los acontecimientos en España y la vida en la provincia nuevamente surtía
un efecto negativo.
Descontento por aumento de tributos
La derrota de
Napoleón y el fin de la guerra en Europa, afectó nuevamente la situación de
Guayaquil, cuya prosperidad dependía del comercio. Paralelamente, muchos exmilitares
de Europa, ahora desempleados, buscaron aprovechar oportunidades comerciales,
trabajar en los movimientos insurgentes del Nuevo Mundo o dedicarse a buscar
botines en los océanos, por medio de actos de piratería, cobrando mucha
presencia en el Pacífico sur a partir de 1815.
La situación en Guayaquil se agravó cuando la depauperada administración
real desde Lima aumentó impuestos y restringió el comercio del puerto, en un
esfuerzo por aliviar su solvencia fiscal. Guayaquil solicitó a la Corona una
reducción de aranceles y libertad de comercio con su socio principal, la Nueva
España; pues era de interés de la Corona introducir el libre comercio para
ampliar la economía de la Monarquía. No obstante, varias jurisdicciones de
América frenaron estos esfuerzos, por
medio de moratorias a la apertura comercial. Mientras tanto, las insurgencias
hacia el norte habían comenzado a tomar fuerza, sobre todo en Nueva España,
afectando seriamente el comercio del cacao y de otros productos. La falta de
una respuesta por parte de la Corona y Lima a los pedidos de mayor apertura
comercial sembró gran resentimiento en Guayaquil. Los indígenas de la provincia
también se sentían agraviados con la reinstauración en 1815 de tributos,
negándose a pagarlos.
En medio de esta agitación
política, en febrero de 1816, José de Villamil, comerciante asentado en
Guayaquil, mientras navegaba hacia Callao avistó desde la desembocadura del río
Guayas varios barcos que llegaban de alta mar. Concluyendo que se trataba de
corsarios, regresó al puerto y advirtió del peligro. La ciudad se preparó,
cruzó fuego y ganó una batalla naval contra el exalmirante y corsario británico
William Brown, que llegaba en una travesía desde Buenos Aires. Brown fue tomado
preso y la victoria hizo que los guayaquileños cobraran conciencia de su propio
poder.
Habían derrotado a
una flotilla comandada por un veterano de las guerras napoleónicas. La hazaña
alimentó la creencia de que los habitantes de la Provincia de Guayaquil tenían
no solo el derecho, sino la capacidad de defenderse y funcionar
independientemente.
Guayaquil derrota a famoso corsario
Para entonces,
Guayaquil tenía dos diputados en España, José Joaquín de Olmedo y Vicente
Rocafuerte. Antes de su regreso en 1816, Olmedo había defendido los intereses
de la Provincia en la Cortes, planteando los asuntos de mayor interés para su
región, como eran la obtención de una diputación provincial propia, un obispado
que liberara a la provincia de la competencia eclesiástica de Cuenca, un
tribunal de consulado que liberara a los comerciantes de Guayaquil de la
intervención de Lima y ayudara a extender el comercio; la eliminación de
aranceles a los productos de Guayaquil, en especial el cacao; y, la
transferencia de la comandancia general de armas, que estaba en Quito, a
Guayaquil, para proteger mejor la región.
En lo económico, la
navegación española prácticamente desapareció del Pacífico desde 1816, debido a
que los corsarios dominaban esas aguas. Los buques extranjeros ejercían un
poder cada vez mayor sobre el comercio. Como resultado, la economía de
Guayaquil se vio lastimada.
Desde lo político,
los cambios fueron aún más drásticos. En 1816 el gobierno de Río de la Plata ya
mandaba sobre su territorio. El nuevo régimen equipó a un ejército, liderado
por el general José de San Martín, para invadir Chile y llegar hasta el Perú.
En septiembre de 1820, San Martín llegó hasta Pisco con un gran contingente
marino y terrestre. Al mismo tiempo, al norte los insurgentes tenían apoyo y
financiamiento desde Haití y también de los británicos. Con la derrota de los
realistas en Boyacá, Nueva Granada, el 7 de agosto de 1819, la confrontación
más importante de la guerra de independencia de Colombia, parecía garantizado
el éxito de la campaña libertadora, comenzada en territorios venezolanos al
mando de Simón Bolívar. Como resultado, el 17 de diciembre de 1819 se realizó
el Congreso de Angostura, que estableció la República de Colombia e incorporó
los territorios del antiguo Virreinato de Nueva Granada, incluyendo
aquellos que formaban parte de Venezuela y de Quito.
El camino de la independencia
Estos
acontecimientos políticos y militares obligaron a los guayaquileños a
reconsiderar su situación y sopesar sus opciones. En el verano de 1820 en
Guayaquil se realizaron nuevamente elecciones de autoridades locales, en esta
ocasión bajo el amparo de la restauración de la Constitución de Cádiz en
España, forzada por los liberales de ese país. En septiembre se eligió al nuevo
Ayuntamiento Constitucional de Guayaquil y entre los nuevos regidores se
encontraba José Joaquín de Olmedo. Sin embargo, los guayaquileños no estaban
satisfechos simplemente con la restauración del gobierno constitucional y
querían garantías de que en esta ocasión el rey no eliminaría de nuevo la
Constitución.
Más importante aún,
para 1820, el camino de la guerra por la independencia hispanoamericana estaba
en marcha, por medio de las fuerzas de Bolívar y San Martin que, a manera de
tenaza, confluían desde el norte y el sur sobre el territorio de la Real
Audiencia. En el norte actuaba Simón Bolívar, con éxito arrollador y librando
batallas decisivas que dieron la libertad definitiva a Venezuela y a Colombia.
Por el sur ascendían las tropas de José de San Martín, liberando Chile y
Argentina, pero también actuando con una flota en el Pacífico que
progresivamente logró ganar espacios.
A los ejércitos
libertadores se unían soldados y pobladores de las distintas regiones. En esas
condiciones llegaron a Guayaquil tres oficiales venezolanos: León de Febres
Cordero, Luis Urdaneta y Miguel Letamendi, quienes formaban parte del batallón
real Numancia y fueron acusados de simpatizar con los ideales independentistas.
El batallón, originalmente formado en Venezuela, se trasladó hasta Perú,
reclutando a soldados originales de ambas regiones. Una vez en Lima, fue
influenciado por revolucionarios como López Aldana, Joaquín Campino, y
las ecuatorianas Rosa Campuzano y Manuela Sáenz; razón por la cual
fueron enviados de regreso a Nueva Granada, pasando antes por Guayaquil.
Empieza la revolución
En la ciudad
tomaron contacto con jóvenes idealistas y acudieron a una reunión secreta,
organizada por José de Antepara en casa de José Villamil, bajo el disfraz de
una fiesta para la joven Isabelita Morlás, hija del Tesorero
del Cabildo de Guayaquil, don Pedro Morlás. En esta reunión, el 1 de octubre de 1820,
varios patriotas como Vicente Ramón Roca, Diego Noboa, Luis Fernando Vivero,
Antonio y Francisco Elizalde, Francisco de P. Lavayen, Rafael de la Cruz
Ximena, Francisco Marcos, Lorenzo de Garaicoa, Guillermo Bodero, Agustín
Franco, José Hilario Indaburu, Ciriaco Robles, Gregorio Escobedo y otros,
además de los tres militares venezolanos, planificaron en detalle la toma de la
ciudad. Este episodio guayaquileño se conoce como “La Fragua de Vulcano”.
Por otra parte, las
fuerzas realistas tenían sus propios problemas. El 90 % de los soldados
preparados para defender este bastión importantísimo de la Corona, eran guayaquileños
y peruanos, que vivían momentos exacerbados por la falta de pago de hasta 8
meses de sus salarios, por parte de las autoridades realistas; quienes los
consideraban ciudadanos de tercera clase por haber nacido en este continente, mientras
los españoles estaban al día.
En estas
condiciones, el patriota peruano Gregorio Escobedo, conforme a lo planificado
la noche del 1 de octubre, se contactó con los principales oficiales americanos
para informarles sobre el acuerdo logrado entre los patriotas, y el
ofrecimiento de cubrir con recursos propios –a manera de bono- sus pagos si
plegaban a favor de la emancipación. En dos días los productores y agroexportadores
guayaquileños recaudaron 25 000 pesos oro, el dinero suficiente para el pago. El historiador guayaquileño Camilo Destruge
Illingworth, en su obra “La Revolución de Octubre”, describe que el día 9 de
octubre se formaron las fuerzas realistas en la Plaza de Armas, hoy parque
Seminario, para que, por orden de rango, recojan el bono ofrecido desde días
antes por intermedio de Escobedo. Esta
acción, no fue como una compra, sino la unión e identificación del pueblo y los
soldados, que se sentían oprimidos y relegados de atención a sus necesidades y
de sus familias. .
De esta forma, y uniendo la experiencia armada de los
militares venezolanos recién arribados, estalló en Guayaquil la revolución, el
9 de octubre de 1820. Se hizo posible el control de las guarniciones de la
ciudad y no hubo grandes enfrentamientos graves. En términos generales esto fue
la revolución de Guayaquil.
Democracia
y libertad
El acta de la Independencia fue firmada por
guayaquileños, peruanos, venezolanos, panameños y colombianos, evidenciando el
esfuerzo conjunto y la hermandad ante la lucha por la libertad. Gregorio Escobedo, Juan de Dios Arauzo,
Hilario Álvarez, Justo Rivera, Antonio Farfán, entre los patriotas peruanos, Esteban
José de Amador y su hijo por Cartagena, Jerónimo Santa Cruz Bogotano, los
militares venezolanos mencionados, y los
patriotas guayaquileños y españoles que plegaron a la causa de la independencia
dejando un legado de varios pueblos.
Depuestas las autoridades, Olmedo sería el encargado de
proponer la estructura del nuevo gobierno. Se reorganizó el Cabildo bajo la Constitución
de Guayaquil de 1820. Además, se declaró a la provincia “en entera libertad
para unirse a la asociación que le convenga de las que se han de formar en la
América del Sur”. Todo el proceso había tenido como meta la democracia y
libertad. Lo primero que hicieron sus líderes fue convocar a una Junta
Electoral, que equivaldría a una Asamblea, la cual se reunió en noviembre del
mismo año. Esta Junta, constituida por 57 delegados de diferentes localidades
que componían la Provincia Libre de Guayaquil, que por el momento era un estado
independiente, proclamó como sistema de gobierno el republicano, democrático,
alternativo, electivo y declaró como un estado abierto a relaciones con todos
los países del mundo.
Las elecciones de representantes, la rendición de cuentas
y la apertura diplomática y comercial al mundo entero, entre otras,
constituyeron un cambio radical en el enfoque de lo que era hasta entonces
la América del Sur. Durante el dominio español las autoridades principales,
nombradas desde España, no respondían de su gestión ante el pueblo. Las leyes
eran dictadas y arbitrarias. Estaba prohibido comerciar con otros países y no
se permitía más que por excepción, la llegada de extranjeros. Es decir, el 9 de
octubre significó una revolución en la filosofía del sistema de gobierno en la
renovada y libre América del Sur. Por este motivo, aunque reconocida en
documentos de la época, fue minimizada por Bolívar quien, en su afán de
conseguir la libertad, impuso en algunas ocasiones su voluntad.
Héroes independentistas
Inmediatamente después de producida la revolución, fueron
despachadas dos comisiones para informar de los sucesos a Bolívar y a San
Martín. Olmedo dispuso la creación de un ejército llamado División Protectora
de Quito, financiado y conformado por ciudadanos guayaquileños, secundados por
gente de otras regiones que se unieron decididamente. En respuesta, Bolívar envió
al general Antonio José de Sucre, hecho que fue reconocido y agradecido por la
Junta presidida por Olmedo.
Hemos mencionado
algunos nombres de los héroes de varios países que participaron de esta gesta y
la hicieron posible, pero por cuestión de tiempo haremos 5 importantes
referencias de estos héroes:
José Joaquín de Olmedo: Tal vez la figura política más importante de Guayaquil
de principios del siglo XIX, nació en Guayaquil en 1780. Fue abogado, diputado
ante las Cortes de Cádiz, Vicepresidente y diputado del Ecuador; autor del
himno al 9 de octubre, así como de la bandera y escudo de Guayaquil, así como
del poema “Canto a Bolívar”, poema épico dedicado a la
victoria de Junín. Sus estudios
superiores los realizó Lima, a cargo del tutor, doctor José de Silva y Olave.
Fue alumno de la Universidad de San Marcos y en 1805 obtuvo su doctorado en
Jurisprudencia.
Fue secretario y diputado de las Cortes en España hasta 1814, donde
defendió los intereses americanos y de su provincia natal. Fue partícipe del
cónclave de partidarios de la secesión de Guayaquil y, una vez firmada el Acta
de Independencia de la provincia, fue designado como su primer presidente. Como
tal, suscribió el acuerdo de cooperación militar con el mariscal Antonio José
de Sucre, quién había sido enviado por Simón Bolívar a Guayaquil, con refuerzos
del ejército en 1821. Las fuerzas colombianas y la División Protectora de Quito
formada ese año en Guayaquil, iniciaron la denominada Campaña del Sur, que
concluyó con la victoria independentista de la batalla de Pichincha, el 24 de
mayo de 1822.
Descontento de Olmedo
Con la independencia de Quito y Cuenca ese año, Olmedo esperaba integrar un
nuevo estado junto con Guayaquil, debido a los lazos de estos pueblos desde el
tiempo de la Real Audiencia de Quito. Sin embargo, Bolívar anexó las provincias
a la República de Colombia. No hubo libre determinación.
Olmedo, que no estuvo de
acuerdo con la forma que se incorporó Guayaquil a Colombia, emigró al Perú,
donde fue electo diputado y formó parte de la Comisión designada por el
Congreso Constituyente para la redacción de la primera Constitución Política
del Perú. Desde la llegada de Bolívar al Perú para seguir la lucha por la
independencia, volvió a entablar amistad con el libertador.
En 1830 fue Prefecto de
Guayaquil y el 19 de mayo suscribió el Acta de Anexión del Departamento de
Guayaquil a la República del Ecuador. En agosto concurrió a Riobamba como
diputado de la primera Convención Nacional, fue nombrado miembro de la comisión
compuesta para redactar la primera constitución, luego de lo cual fue electo
Vicepresidente de la República. Ocupó varias representaciones políticas en los
primeros gobiernos republicanos del Ecuador. Fue diputado por Guayaquil, el primer
alcalde de la Municipalidad de Guayaquil y, luego Gobernador interino de la
Provincia. En 1846 viajó por última vez a Lima y en 1847, falleció a la edad de
66 años.
José de Villamil: Nació en la ciudad de Nueva Orleans, en 1788. Es
considerado el padre de la Marina del Ecuador. Se formó como militar en la
Compañía de Rifleros Voluntarios de Luisiana. En 1811 se trasladó a Guayaquil
para dedicarse al comercio. Conoció en
1815 en Haití al Libertador Simón Bolívar. En febrero de 1816 protagonizó el
avistamiento de la escuadra corsaria del Almirante Guillermo Brown, como hemos
reseñado.
El 1° de octubre de
1820, organizó una reunión con los oficiales de los batallones realistas
acantonados en Guayaquil, con el objeto de iniciar la conspiración de
Guayaquil. El 9 de octubre, participó en la insurrección. Semanas después fue
enviado a informar al Libertador San Martín sobre los acontecimientos, quien lo
ascendió a teniente coronel.
Con la fundación de la
República del Ecuador se mantuvo activo como militar, siendo ascendido a
General. Ocupó cargos ministro,
diplomático y Comandante General de la marina. Se exilió en 1859 en el Perú y,
al conocer sobre la agresión de la armada española en 1866, ofreció sus
servicios a este país.
José de Antepara: Nació en 1770 en Guayaquil. Se dedicó desde joven al
comercio con México y España. En 1803 conoció en Inglaterra al general
Francisco de Miranda, uno de los precursores de la Independencia americana y formó
con él un periódico desde Londres, para circulación en el Nuevo Mundo, llamado
“El Colombiano”.
En la madrugada del
lunes 9 de octubre de 1820 acompañó a Urdaneta a la rendición del cuartel del
Batallón Daule, luego estuvo en la toma de las baterías del fortín de Las
Cruces y del Cuartel de Artillería. Al declararse la independencia su amistad
con Simón Bolívar fue decisiva para que Olmedo se resolviera a pedir su
colaboración para las campañas que nacieron desde Guayaquil. Antepara partició
en ellas desde septiembre de 1821, donde perdió la vida.
No podemos dejar de mencionar
al patriota peruano Gregorio Escobedo que fue pieza fundamental y
entusiasta para convencer a las tropas a plegar al movimiento: Nació en Arequipa, Perú, en 1795. Su
llegada a Guayaquil se da un año antes de la gesta, como teniente coronel y
segundo jefe del Batallón de Granaderos de Reserva. Con el Acta de
Independencia, asumió el mando militar de la provincia. Participo en la Fragua
de Vulcano, en la batalla del Pichincha y bajo órdenes de Bolívar en Junín y
Ayacucho. Su presencia articuladora fue
decisiva en la gesta del 9 de octubre.
Por último: Los próceres del “Numancia¨
·
León de
Febres Cordedo y Oberto: Nació
en 1797 en Maracaibo.
·
Miguel
de Letamendi: Nació en
1792 en la Isla de Trinidad,
·
Luis
Urdaneta Farías: Nació
en Maracaibo, en 1796
Conclusión
Con la revolución
exitosa, en Guayaquil se pensó proseguir con la liberación de la sierra, para
lo cual se conformó, como hemos señalado, la División Protectora de Quito que
se encontró con Sucre para cumplir su cometido. Cuando Sucre llegó a Guayaquil, se encontró
con soldados de todas las regiones, granadinos, peruanos y hasta españoles
adeptos. Desde Guayaquil, Sucre debió
tomar el camino de Cuenca para penetrar a la Sierra y con ello abrirse paso
hacia Quito, que no podía ser tomado desde el norte, por cuanto la resistencia
realista en la región de Pasto impedía el paso de Bolívar. Conseguida la
libertad definitiva de Cuenca, Sucre continuó emancipando o garantizando los
pronunciamientos de independencia que sucesivamente hacían los pueblos. Hasta
llegar a Quito, en mayo de 1822, donde finalmente se produjo la batalla
decisiva el 24 de mayo de 1822, en las faldas del volcán Pichincha.
La Batalla del
Pichincha logró la independencia de la Real Audiencia de Quito, que fue el
resultado de un esfuerzo amplio por ideales hispanoamericanos y que abrió el
camino para el establecimiento del nuevo estado nacional. A los cinco días de
la Batalla de Pichincha, esto es el 29 de mayo, Quito se decidió por la anexión
a la República de Colombia.
La incorporación de
Guayaquil a la Gran Colombia no fue tan directa, a pesar de que un año antes la
ciudad se había declarado bajo su protección. Al llegar Bolívar a la ciudad en
julio de 1822, muchos partidarios colombianos le solicitaron la incorporación a
Colombia, en medio de las enconadas divisiones entre partidos de la autonomía,
unión a Colombia o a Lima. Bolívar
asumió el mando y el 31 de julio y la Asamblea declaró a Guayaquil restituida a
Colombia
En conclusión, el 9
de octubre de 1820 es una de las fechas más importantes en el proceso de
independencia de América del Sur. Este grito de libertad que resonó en la
Provincia de Guayaquil, una de las más importantes en la Real Audiencia de
Quito, fue un paso decisivo dentro de la lucha que había por la independencia
de América.
He dejado para el
final el hecho de que, en 1822, Bolívar y San Martin –el 16 y 17 de junio- se
conocieron en Guayaquil, luego de los triunfos militares del primero en el
norte. En el sur, San Martín no había podido alcanzar a desalojar a los
españoles del Perú. Encontró muchos focos de resistencia y su principal apoyo
financiero y logístico venía de la lejana Buenos Aires, Llegado a cierto punto,
se dio cuenta de que no podía él solo culminar la obra. Se encuentra con
Bolívar para resolver cómo lograr la independencia de los territorios que aún
quedaban sometidos al dominio español. Pero los detalles de sus conversaciones
en Guayaquil nunca se dieron a conocer oficialmente. Los hechos indicarían que
San Martín encargó a Bolívar que termine la tarea independentista. San Martín
se retiró de la vida militar y política mientras que Bolívar, con las tropas
que había reclutado en Colombia y con las que consiguió de Guayaquil, alcanzó a
tener un ejército de más de 5 000 hombres. Este ejército es el que iría en 1824
para finalizar la liberación del Perú, a través de las batallas de Junín y
Ayacucho.
Fecha sudamericana para recordar
Es interesante
señalar que, dentro de ese aporte de tropas de Colombia, un porcentaje alto
correspondía a soldados guayaquileños. Además, fue la Provincia de Guayaquil la
única que aportó significativamente en dinero para la campaña final de los
libertadores. Bolívar y sus tropas acamparon en las zonas aledañas a Guayaquil
durante más de un año y la alimentación de las tropas corrió a cargo de la
ciudadanía guayaquileña y, luego cuando hizo su campaña hacia el Perú, recibió
el aporte de soldados y de dinero.
De allí entonces,
que el 9 de octubre trasciende mucho más allá del momento en sí de la
revolución de 1820 porque contribuye de manera decisiva a la emancipación de la
Audiencia de Quito en 1822 y participó en la del Perú en 1824.
Asimismo, desde una
perspectiva histórica, no se puede negar el valor de los hechos de la
independencia de Guayaquil de 1820 que llevaron hacia la consagración de la
independencia de la Quito, con la batalla de Pichincha en 1822; como tampoco
puede subestimarse a la Revolución de Quito de 1809, como un evento que incidió
para formar los sentimientos independentistas de Guayaquil. En consecuencia,
históricamente hablando son estos sucesos y realidades las que se complementan
y forjan el camino para el nacimiento de la República del Ecuador, en 1830.
En este sentido, es
importante reafirmar los lazos ancestrales, sociales y económicos que une a
Guayaquil con los países vecinos, con Perú y con los pueblos que originalmente
conformaron la Provincia Libre de Guayaquil como estado independiente, esto es,
las provincias actuales de la Costa: Guayas, El Oro, Santa Elena, Los Ríos,
Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y el Sur de Esmeraldas, parte de
Bolívar, Cañar y Azua y de la Sierra.
Para finalizar, creo que nos corresponde a los historiadores, a los diplomáticos, a las autoridades, a los colegios y universidades, en general a la ciudadanía ecuatoriana, la reivindicación de Guayaquil, así como de Olmedo, y los patriotas regionales, como auténticos adalides gestores del proceso culminante de la Independencia y la recordación del próximo Bicentenario del Grito de Independencia, del 9 de octubre de 1820, es el momento preciso para hacerlo.
Publicado en la Revista EMBAJADOR
https://revistaembajador.com/13280-2/
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