EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL Y LOS PRÓCERES REGIONALES DE LA GESTA

 

EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL

Y LOS PRÓCERES REGIONALES DE LA GESTA

 

La embajadora de la República del Ecuador, Eva García Fabre, nos relata en este artículo, pasajes poco conocidos y muy valiosos, no solo de la historia de Guayaquil, sino, asimismo, que muchos de sus hijos lucharon por la independencia del Perú

 

El 9 de octubre es una de las fechas más importantes en el proceso de independencia de América del sur.

Hablar de la independencia de Guayaquil es hablar de un abrazo solidario entre nuestros pueblos. Eso lo vemos si analizamos el movimiento libertario y el conjunto de próceres guayaquileños, los que no lo eran y los que vinieron.  Es también hablar de la protagonista de una historia singular de los movimientos independentistas de América, con un peso importante en la vida económica y política de la época: Guayaquil.

Hasta bien entrada la colonia, no hubo astillero en el Pacifico que pudiera igualar a los de Guayaquil. Desde antes de la llegada de los españoles, Guayaquil y su zona de influencia, así como todas las culturas prehispánicas, ejercían el comercio marítimo con otras culturas del litoral sudamericano.  Tras la colonización, los españoles buscaban un gran puerto comercial para el Pacifico, estableciéndose Guayaquil, en su actual sitio en 1547. Se desarrolló como uno de los mayores astilleros de la corona española, en buena parte por la calidad de la madera que daban sus bosques.  Atacada por los enemigos de España, corsarios y piratas, a más de fuertes incendios, Guayaquil se levantó una y otra vez, renovada.  Sin contar con las pestes y epidemias que la asolaban al ser ciudad puerto expuesta a los males que llegaban del exterior y muchas veces agravados por el ambiente tropical.

 

Durante la última parte del siglo XVIII, la llamada Provincia de Guayaquil prosperaba gracias a la producción y exportación de cacao y otros productos agrícolas, además de la construcción de barcos y el comercio marítimo. Tenía una población variada, entre blancos, mestizos, indígenas, así como negros y mulatos. Con una importante extensión que iba desde parte de la actual provincia de Esmeraldas, hacia el sur, lo que hoy son por 5 provincias costeras del Ecuador y parte de cinco provincias de  la sierra. La provincia de Guayaquil, tenía más de 70.000 km2 de superficie, una población de alrededor de 15 000 habitantes y una rica diversidad de recursos naturales. Su ubicación en las principales rutas comerciales de la costa sudamericana del Pacífico atrajo a muchos extranjeros, principalmente europeos, quienes la consideraban atractiva por las oportunidades de comercio. Un historiador francés cuenta que se trataba de una bonita ciudad con casas de hermosas maderas, en edificios hasta de 4 pisos, ordenadas calles y puentes.

Importante comercio

Fue sede del corregimiento de Guayaquil, que formaba parte de la Real Audiencia de Quito, que fue parte del Virreinato de Perú y luego del de Nueva Granada.  En 1764 tomo carácter de Gobierno político y militar por orden del rey Carlos III de España.

La Real Audiencia de Quito tenia jurisdicción sobre las provincias de Quito, Guayaquil y Azuay. Posteriormente, con su independencia en 1820, la provincia independiente de Guayaquil tuvo un gobierno y constitución provisional hasta su incorporación a la Gran Colombia. Y una década después fue a formar parte de la naciente República del Ecuador.

Volviendo a lo económico y comercial, aparte del cacao -el producto más importante de la región- también se producía excelente madera fina, café, cera de abeja, miel, arroz, ajonjolí, algodón, vainilla, entre muchos otros productos demandados en las regiones que formaban parte de la Corona Española.  Surcada por un gran río que facilitaba el transporte interno.  Por tal motivo, la provincia obtuvo grandes ventajas a raíz de la liberalización del comercio, promulgada en 1778. El mercado más grande para las exportaciones era la Nueva España (México); mientras que los comerciantes de Guayaquil también importaban y vendían diversos productos, fundamentalmente en los territorios de la Real Audiencia de Quito.

Vale mencionar una cita del virrey de Nueva Granada al respecto:

“Las exportaciones de mercancía local sumaron 5,7 millones de pesos en diez años, de 1791 a 1800; las reexportaciones de bienes europeos fueron de 1,4 millones. Las importaciones han sido de 2,6 millones en moneda y 5,7 millones en mercancía. Así, Guayaquil con su industria y agricultura pagó por sus importaciones y además ganó 1,5 millones de pesos como utilidad.”

 

La diversidad de orígenes étnicos, así como la prosperidad comercial, hizo de Guayaquil una de las sociedades más igualitarias de esa época colonial; con oportunidades económicas, movilidad social y, curiosamente, con menor rigidez jerárquica/social que en los centros urbanos más poblados y de mayor presencia de la monarquía española. Como consecuencia, la riqueza se distribuyó de manera más equitativa. Los ricos no eran tan ricos como en Quito, Lima o México; formándose así una clase media educada, considerable. Y un modo de producción más evolucionado y solidario.

Complicación por las tres jurisdicciones

El no tener presencia permanente de autoridad palaciega, le dio libertad y tuvo que tomar iniciativas en muchos aspectos, para ser autosuficientes y adoptar modos de producción más eficientes y pragmáticos, no con las tendencias feudales del resto del territorio.  Por eso con la corriente libertaria no hubo rupturas abruptas porque fue un proceso que se fue llevando poco a poco con la dinamia de la economía y la gestión mercantil y sus requerimientos.  Más a tono con el nuevo liberalismo de principios del siglo XIX.

Para evitar algunas prácticas poco controlables por la ley en ese momento, como el contrabando, Los comerciantes protegían sus intereses creando lazos con individuos poderosos en todas las ciudades que ejercían autoridad sobre la provincia, como Lima, Santa Fé y Quito, formando alianzas en los centros urbanos e intentando controlar las instituciones locales. En este sentido, cuando en 1803 la Corona otorgó a Lima autoridad militar sobre la Provincia de Guayaquil, los intereses económicos de los grandes comerciantes se complicaron frente a las múltiples jurisdicciones y superposición de autoridades creadas. Bajo el nuevo sistema, la provincia comparecía ante Quito en materia política y judicial, ante Cuenca en temas religiosos, y ante Lima en cuestiones de comercio y militares.

Desplome de España y ascenso independentista

Por otra parte, hay que considerar en este contexto lo que significó el colapso de la monarquía española en 1808. Como conocemos, a más de las corrientes intelectuales libertarias y de las luces, la guerra entre España y Francia de esos años impulsó los primeros movimientos independentistas en el nuevo mundo. Las noticias llegaban tarde respecto de los puertos del Atlántico.

Otro hecho interesante de finales de esa década es la formación de la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, el órgano ejecutivo y legislativo de España al comienzo de la ocupación napoleónica. Estos Buscaron incorporar a representantes de los virreinatos y otras jurisdicciones de América, luego de decretar en 1809 que:

“Considerando que los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias o factorías como los de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española, ha declarado Su Majestad que los reinos, provincias e islas… deben tener representación y constituir parte de la Junta Central”.

 

Pero no agradó en América la inequitativa representación propuesta. Cada provincia española contaba con dos diputados a la Junta Central, mientas que los nueve reinos americanos tenían asignado apenas un diputado por cada uno.

En Guayaquil, el gobernador Bartolomé Cucalón reunió al ayuntamiento para elegir al candidato de la provincia; siendo elegido el doctor José de Silva y Olave, Chantre de la Catedral de Lima, un ciudadano ilustre, natural de Guayaquil, estudiado en Lima desde su niñez y dedicado a la carrera de la Iglesia. Fue doctor de la Real Universidad de San Marcos y consultado por la Real Cámara de Indias varias veces para la alta dignidad del Obispado. El diputado partió desde Lima para España, pasando primero por Guayaquil, donde fue recibido con honores por la gente, que lo percibía como su representante. Su viaje continuó hacia México, acompañado de su sobrino José Joaquín de Olmedo. Allí, las autoridades también le reconocieron su estatus como representante del pueblo soberano. Sin embargo, mientras Silva se encontraba en México, llegaron las noticias que la Junta Central se había disuelto en España y se había nombrado un Consejo de Regencia en su lugar; en que el diputado por la Nueva España sería el único representante americano; forzando así el regreso a Lima de Silva y sus acompañantes.

Las noticias de las calamidades de la guerra entre España y Francia aterraron a los americanos, muchos de los cuales consideraron que España no sobreviviría en calidad de nación independiente. No sorprende, en consecuencia, que en 1809 estallaran en el continente algunos movimientos a favor de la autonomía. Los primeros se produjeron en los dos reinos sudamericanos a los que no se había otorgado representación individual ante la Junta Central: la Audiencia de Charcas (hoy Bolivia), en mayo y julio; y la Audiencia de Quito, en agosto de 1809.

Importancia de la Constitución de Cádiz

Rumores acerca de supuestos complots para asesinar a los criollos nobles, movieron a la élite de Quito a buscar protección y organizarse. Fue proclamado un nuevo gobierno integrado por el Marqués de Selva Alegre como presidente, el 10 de agosto de 1809. A los pocos días, el gobernador de Guayaquil recibió una carta de su hijo, el subteniente, quien se hallaba en Quito, informándole sobre la formación de un ejército para invadir Guayaquil. El gobernador notificó de inmediato al virrey en Lima sobre la revuelta, e impuso la ley marcial. También apresó al líder empresario Bejarano, quien más tarde participaría en la gesta.

Aislada y bloqueada, La Junta de Quito se dividió en facciones. Al siguiente mes, soldados procedentes de Lima y Guayaquil ocuparon la ciudad, en tanto que unidades militares provenientes de otras provincias se estacionaron en las proximidades. Los quiteños se sorprendieron que las demás provincias no hayan apoyado su revolución. Al parecer no estaban de acuerdo que la capital los represente. Pero la reacción de Guayaquil, era comprensible, la ciudad había prosperado económicamente durante el medio siglo anterior. No obstante, en Guayaquil, como en los demás pueblos de América comenzaron a percibir los beneficios que traería una transformación política en todo sentido y se vivía aires de libertas y democracia.

 

En 1810, las victorias francesas obligaron a la Junta Central a tomar medidas para reforzar el apoyo al gobierno independiente español; por lo que, en enero de ese año, decretó la realización de nuevas elecciones para las Cortes. En esta ocasión, otorgaron a cada provincia del Nuevo Mundo representación individual. Estas elecciones en Guayaquil, significaron un primer proceso democrático directo. Fue electo representante ante las Cortes José Joaquín de Olmedo, quien llegó a España en 1811 y, desde entonces, Guayaquil recibió informes directos y detallados sobre las actividades de las Cortes.

 

En 1812, los diputados de España y América expidieron la nueva Constitución de la monarquía española, que transformó al mundo hispánico, incluyendo a Guayaquil. La llamada Carta de Cádiz creó un Estado unitario con leyes iguales para todas las partes.  El sufragio fue concedido y se establecieron tres niveles de gobierno representativo: la ciudad (el ayuntamiento constitucional), la provincia (la diputación provincial) y la monarquía (las Cortes). Así, esta carta magna transfirió poder político a las localidades e incorporó a una importante cantidad de personas al proceso político.

Entre 1812 y 1815 se realizaron varios procesos electorales en la provincia, para elegir dignidades locales. Para cuando Guayaquil recibió noticias, en 1815, de que el rey había abolido la Carta de Cádiz, el gobernador se encontraba en la mitad de una nueva elección basada en esa Constitución. El tiempo entre las noticias sobre los acontecimientos en España y la vida en la provincia nuevamente surtía un efecto negativo. 

Descontento por aumento de tributos

La derrota de Napoleón y el fin de la guerra en Europa, afectó nuevamente la situación de Guayaquil, cuya prosperidad dependía del comercio. Paralelamente, muchos exmilitares de Europa, ahora desempleados, buscaron aprovechar oportunidades comerciales, trabajar en los movimientos insurgentes del Nuevo Mundo o dedicarse a buscar botines en los océanos, por medio de actos de piratería, cobrando mucha presencia en el Pacífico sur a partir de 1815.

 

La situación en Guayaquil se agravó cuando la depauperada administración real desde Lima aumentó impuestos y restringió el comercio del puerto, en un esfuerzo por aliviar su solvencia fiscal. Guayaquil solicitó a la Corona una reducción de aranceles y libertad de comercio con su socio principal, la Nueva España; pues era de interés de la Corona introducir el libre comercio para ampliar la economía de la Monarquía. No obstante, varias jurisdicciones de América frenaron estos esfuerzos, por medio de moratorias a la apertura comercial. Mientras tanto, las insurgencias hacia el norte habían comenzado a tomar fuerza, sobre todo en Nueva España, afectando seriamente el comercio del cacao y de otros productos. La falta de una respuesta por parte de la Corona y Lima a los pedidos de mayor apertura comercial sembró gran resentimiento en Guayaquil. Los indígenas de la provincia también se sentían agraviados con la reinstauración en 1815 de tributos, negándose a pagarlos.

En medio de esta agitación política, en febrero de 1816, José de Villamil, comerciante asentado en Guayaquil, mientras navegaba hacia Callao avistó desde la desembocadura del río Guayas varios barcos que llegaban de alta mar. Concluyendo que se trataba de corsarios, regresó al puerto y advirtió del peligro. La ciudad se preparó, cruzó fuego y ganó una batalla naval contra el exalmirante y corsario británico William Brown, que llegaba en una travesía desde Buenos Aires. Brown fue tomado preso y la victoria hizo que los guayaquileños cobraran conciencia de su propio poder.

Habían derrotado a una flotilla comandada por un veterano de las guerras napoleónicas. La hazaña alimentó la creencia de que los habitantes de la Provincia de Guayaquil tenían no solo el derecho, sino la capacidad de defenderse y funcionar independientemente.

Guayaquil derrota a famoso corsario

Para entonces, Guayaquil tenía dos diputados en España, José Joaquín de Olmedo y Vicente Rocafuerte. Antes de su regreso en 1816, Olmedo había defendido los intereses de la Provincia en la Cortes, planteando los asuntos de mayor interés para su región, como eran la obtención de una diputación provincial propia, un obispado que liberara a la provincia de la competencia eclesiástica de Cuenca, un tribunal de consulado que liberara a los comerciantes de Guayaquil de la intervención de Lima y ayudara a extender el comercio; la eliminación de aranceles a los productos de Guayaquil, en especial el cacao; y, la transferencia de la comandancia general de armas, que estaba en Quito, a Guayaquil, para proteger mejor la región.

En lo económico, la navegación española prácticamente desapareció del Pacífico desde 1816, debido a que los corsarios dominaban esas aguas. Los buques extranjeros ejercían un poder cada vez mayor sobre el comercio. Como resultado, la economía de Guayaquil se vio lastimada.

Desde lo político, los cambios fueron aún más drásticos. En 1816 el gobierno de Río de la Plata ya mandaba sobre su territorio. El nuevo régimen equipó a un ejército, liderado por el general José de San Martín, para invadir Chile y llegar hasta el Perú. En septiembre de 1820, San Martín llegó hasta Pisco con un gran contingente marino y terrestre. Al mismo tiempo, al norte los insurgentes tenían apoyo y financiamiento desde Haití y también de los británicos. Con la derrota de los realistas en Boyacá, Nueva Granada, el 7 de agosto de 1819, la confrontación más importante de la guerra de independencia de Colombia, parecía garantizado el éxito de la campaña libertadora, comenzada en territorios venezolanos al mando de Simón Bolívar. Como resultado, el 17 de diciembre de 1819 se realizó el Congreso de Angostura, que estableció la República de Colombia e incorporó los territorios del antiguo Virreinato de Nueva Granada, incluyendo aquellos que formaban parte de Venezuela y de Quito.

El camino de la independencia

Estos acontecimientos políticos y militares obligaron a los guayaquileños a reconsiderar su situación y sopesar sus opciones. En el verano de 1820 en Guayaquil se realizaron nuevamente elecciones de autoridades locales, en esta ocasión bajo el amparo de la restauración de la Constitución de Cádiz en España, forzada por los liberales de ese país. En septiembre se eligió al nuevo Ayuntamiento Constitucional de Guayaquil y entre los nuevos regidores se encontraba José Joaquín de Olmedo. Sin embargo, los guayaquileños no estaban satisfechos simplemente con la restauración del gobierno constitucional y querían garantías de que en esta ocasión el rey no eliminaría de nuevo la Constitución.

 

Más importante aún, para 1820, el camino de la guerra por la independencia hispanoamericana estaba en marcha, por medio de las fuerzas de Bolívar y San Martin que, a manera de tenaza, confluían desde el norte y el sur sobre el territorio de la Real Audiencia. En el norte actuaba Simón Bolívar, con éxito arrollador y librando batallas decisivas que dieron la libertad definitiva a Venezuela y a Colombia. Por el sur ascendían las tropas de José de San Martín, liberando Chile y Argentina, pero también actuando con una flota en el Pacífico que progresivamente logró ganar espacios.

A los ejércitos libertadores se unían soldados y pobladores de las distintas regiones. En esas condiciones llegaron a Guayaquil tres oficiales venezolanos: León de Febres Cordero, Luis Urdaneta y Miguel Letamendi, quienes formaban parte del batallón real Numancia y fueron acusados de simpatizar con los ideales independentistas. El batallón, originalmente formado en Venezuela, se trasladó hasta Perú, reclutando a soldados originales de ambas regiones. Una vez en Lima, fue influenciado por revolucionarios como López Aldana, Joaquín Campino, y las ecuatorianas Rosa Campuzano y Manuela Sáenz; razón por la cual fueron enviados de regreso a Nueva Granada, pasando antes por Guayaquil.

Empieza la revolución

En la ciudad tomaron contacto con jóvenes idealistas y acudieron a una reunión secreta, organizada por José de Antepara en casa de José Villamil, bajo el disfraz de una fiesta para la joven Isabelita Morlás, hija del Tesorero del Cabildo de Guayaquil, don Pedro Morlás.  En esta reunión, el 1 de octubre de 1820, varios patriotas como Vicente Ramón Roca, Diego Noboa, Luis Fernando Vivero, Antonio y Francisco Elizalde, Francisco de P. Lavayen, Rafael de la Cruz Ximena, Francisco Marcos, Lorenzo de Garaicoa, Guillermo Bodero, Agustín Franco, José Hilario Indaburu, Ciriaco Robles, Gregorio Escobedo y otros, además de los tres militares venezolanos, planificaron en detalle la toma de la ciudad. Este episodio guayaquileño se conoce como “La Fragua de Vulcano”.

 

Por otra parte, las fuerzas realistas tenían sus propios problemas. El 90 % de los soldados preparados para defender este bastión importantísimo de la Corona, eran guayaquileños y peruanos, que vivían momentos exacerbados por la falta de pago de hasta 8 meses de sus salarios, por parte de las autoridades realistas; quienes los consideraban ciudadanos de tercera clase por haber nacido en este continente, mientras los españoles estaban al día.  

En estas condiciones, el patriota peruano Gregorio Escobedo, conforme a lo planificado la noche del 1 de octubre, se contactó con los principales oficiales americanos para informarles sobre el acuerdo logrado entre los patriotas, y el ofrecimiento de cubrir con recursos propios –a manera de bono- sus pagos si plegaban a favor de la emancipación. En dos días los productores y agroexportadores guayaquileños recaudaron 25 000 pesos oro,  el dinero suficiente para el pago.  El historiador guayaquileño Camilo Destruge Illingworth, en su obra “La Revolución de Octubre”, describe que el día 9 de octubre se formaron las fuerzas realistas en la Plaza de Armas, hoy parque Seminario, para que, por orden de rango, recojan el bono ofrecido desde días antes por intermedio de Escobedo.  Esta acción, no fue como una compra, sino la unión e identificación del pueblo y los soldados, que se sentían oprimidos y relegados de atención a sus necesidades y de sus familias.  . 

De esta forma, y uniendo la experiencia armada de los militares venezolanos recién arribados, estalló en Guayaquil la revolución, el 9 de octubre de 1820. Se hizo posible el control de las guarniciones de la ciudad y no hubo grandes enfrentamientos graves. En términos generales esto fue la revolución de Guayaquil.

Democracia y libertad

El acta de la Independencia fue firmada por guayaquileños, peruanos, venezolanos, panameños y colombianos, evidenciando el esfuerzo conjunto y la hermandad ante la lucha por la libertad.  Gregorio Escobedo, Juan de Dios Arauzo, Hilario Álvarez, Justo Rivera, Antonio Farfán, entre los patriotas peruanos, Esteban José de Amador y su hijo por Cartagena, Jerónimo Santa Cruz Bogotano, los militares venezolanos mencionados,  y los patriotas guayaquileños y españoles que plegaron a la causa de la independencia dejando un legado de varios pueblos.

Depuestas las autoridades, Olmedo sería el encargado de proponer la estructura del nuevo gobierno. Se reorganizó el Cabildo bajo la Constitución de Guayaquil de 1820. Además, se declaró a la provincia “en entera libertad para unirse a la asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”. Todo el proceso había tenido como meta la democracia y libertad. Lo primero que hicieron sus líderes fue convocar a una Junta Electoral, que equivaldría a una Asamblea, la cual se reunió en noviembre del mismo año. Esta Junta, constituida por 57 delegados de diferentes localidades que componían la Provincia Libre de Guayaquil, que por el momento era un estado independiente, proclamó como sistema de gobierno el republicano, democrático, alternativo, electivo y declaró como un estado abierto a relaciones con todos los países del mundo.

Las elecciones de representantes, la rendición de cuentas y la apertura diplomática y comercial al mundo entero, entre otras, constituyeron un cambio radical en el enfoque de lo que era hasta entonces la América del Sur. Durante el dominio español las autoridades principales, nombradas desde España, no respondían de su gestión ante el pueblo. Las leyes eran dictadas y arbitrarias. Estaba prohibido comerciar con otros países y no se permitía más que por excepción, la llegada de extranjeros. Es decir, el 9 de octubre significó una revolución en la filosofía del sistema de gobierno en la renovada y libre América del Sur. Por este motivo, aunque reconocida en documentos de la época, fue minimizada por Bolívar quien, en su afán de conseguir la libertad, impuso en algunas ocasiones su voluntad.

Héroes independentistas

Inmediatamente después de producida la revolución, fueron despachadas dos comisiones para informar de los sucesos a Bolívar y a San Martín. Olmedo dispuso la creación de un ejército llamado División Protectora de Quito, financiado y conformado por ciudadanos guayaquileños, secundados por gente de otras regiones que se unieron decididamente. En respuesta, Bolívar envió al general Antonio José de Sucre, hecho que fue reconocido y agradecido por la Junta presidida por Olmedo.

Hemos mencionado algunos nombres de los héroes de varios países que participaron de esta gesta y la hicieron posible, pero por cuestión de tiempo haremos 5 importantes referencias de estos héroes: 

José Joaquín de Olmedo: Tal vez la figura política más importante de Guayaquil de principios del siglo XIX, nació en Guayaquil en 1780. Fue abogado, diputado ante las Cortes de Cádiz, Vicepresidente y diputado del Ecuador; autor del himno al 9 de octubre, así como de la bandera y escudo de Guayaquil, así como del poema “Canto a Bolívar”, poema épico dedicado a la victoria de Junín. Sus estudios superiores los realizó Lima, a cargo del tutor, doctor José de Silva y Olave. Fue alumno de la Universidad de San Marcos y en 1805 obtuvo su doctorado en Jurisprudencia.

Fue secretario y diputado de las Cortes en España hasta 1814, donde defendió los intereses americanos y de su provincia natal. Fue partícipe del cónclave de partidarios de la secesión de Guayaquil y, una vez firmada el Acta de Independencia de la provincia, fue designado como su primer presidente. Como tal, suscribió el acuerdo de cooperación militar con el mariscal Antonio José de Sucre, quién había sido enviado por Simón Bolívar a Guayaquil, con refuerzos del ejército en 1821. Las fuerzas colombianas y la División Protectora de Quito formada ese año en Guayaquil, iniciaron la denominada Campaña del Sur, que concluyó con la victoria independentista de la batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.​

Descontento de Olmedo

Con la independencia de Quito y Cuenca ese año, Olmedo esperaba integrar un nuevo estado junto con Guayaquil, debido a los lazos de estos pueblos desde el tiempo de la Real Audiencia de Quito. Sin embargo, Bolívar anexó las provincias a la República de Colombia. No hubo libre determinación.

Olmedo, que no estuvo de acuerdo con la forma que se incorporó Guayaquil a Colombia, emigró al Perú, donde fue electo diputado y formó parte de la Comisión designada por el Congreso Constituyente para la redacción de la primera Constitución Política del Perú. Desde la llegada de Bolívar al Perú para seguir la lucha por la independencia, volvió a entablar amistad con el libertador.

En 1830 fue Prefecto de Guayaquil y el 19 de mayo suscribió el Acta de Anexión del Departamento de Guayaquil a la República del Ecuador. En agosto concurrió a Riobamba como diputado de la primera Convención Nacional, fue nombrado miembro de la comisión compuesta para redactar la primera constitución, luego de lo cual fue electo Vicepresidente de la República. Ocupó varias representaciones políticas en los primeros gobiernos republicanos del Ecuador. Fue diputado por Guayaquil, el primer alcalde de la Municipalidad de Guayaquil y, luego Gobernador interino de la Provincia. En 1846 viajó por última vez a Lima y en 1847, falleció a la edad de 66 años.

 

José de Villamil: Nació en la ciudad de Nueva Orleans, en 1788. Es considerado el padre de la Marina del Ecuador. Se formó como militar en la Compañía de Rifleros Voluntarios de Luisiana. En 1811 se trasladó a Guayaquil para dedicarse al comercio.  Conoció en 1815 en Haití al Libertador Simón Bolívar. En febrero de 1816 protagonizó el avistamiento de la escuadra corsaria del Almirante Guillermo Brown, como hemos reseñado.

 

El 1° de octubre de 1820, organizó una reunión con los oficiales de los batallones realistas acantonados en Guayaquil, con el objeto de iniciar la conspiración de Guayaquil. El 9 de octubre, participó en la insurrección. Semanas después fue enviado a informar al Libertador San Martín sobre los acontecimientos, quien lo ascendió a teniente coronel.

 

Con la fundación de la República del Ecuador se mantuvo activo como militar, siendo ascendido a General.  Ocupó cargos ministro, diplomático y Comandante General de la marina. Se exilió en 1859 en el Perú y, al conocer sobre la agresión de la armada española en 1866, ofreció sus servicios a este país. 

 

José de Antepara: Nació en 1770 en Guayaquil. Se dedicó desde joven al comercio con México y España. En 1803 conoció en Inglaterra al general Francisco de Miranda, uno de los precursores de la Independencia americana y formó con él un periódico desde Londres, para circulación en el Nuevo Mundo, llamado “El Colombiano”.

 

En la madrugada del lunes 9 de octubre de 1820 acompañó a Urdaneta a la rendición del cuartel del Batallón Daule, luego estuvo en la toma de las baterías del fortín de Las Cruces y del Cuartel de Artillería. Al declararse la independencia su amistad con Simón Bolívar fue decisiva para que Olmedo se resolviera a pedir su colaboración para las campañas que nacieron desde Guayaquil. Antepara partició en ellas desde septiembre de 1821, donde perdió la vida.

No podemos dejar de mencionar al patriota peruano Gregorio Escobedo que fue pieza fundamental y entusiasta para convencer a las tropas a plegar al movimiento: Nació en Arequipa, Perú, en 1795. Su llegada a Guayaquil se da un año antes de la gesta, como teniente coronel y segundo jefe del Batallón de Granaderos de Reserva. Con el Acta de Independencia, asumió el mando militar de la provincia. Participo en la Fragua de Vulcano, en la batalla del Pichincha y bajo órdenes de Bolívar en Junín y Ayacucho.   Su presencia articuladora fue decisiva en la gesta del 9 de octubre.

Por último: Los próceres del “Numancia¨

 

·        León de Febres Cordedo y Oberto: Nació en 1797 en Maracaibo.

·        Miguel de Letamendi: Nació en 1792 en la Isla de Trinidad,

·        Luis Urdaneta Farías: Nació en Maracaibo, en 1796

Conclusión

Con la revolución exitosa, en Guayaquil se pensó proseguir con la liberación de la sierra, para lo cual se conformó, como hemos señalado, la División Protectora de Quito que se encontró con Sucre para cumplir su cometido.  Cuando Sucre llegó a Guayaquil, se encontró con soldados de todas las regiones, granadinos, peruanos y hasta españoles adeptos.  Desde Guayaquil, Sucre debió tomar el camino de Cuenca para penetrar a la Sierra y con ello abrirse paso hacia Quito, que no podía ser tomado desde el norte, por cuanto la resistencia realista en la región de Pasto impedía el paso de Bolívar. Conseguida la libertad definitiva de Cuenca, Sucre continuó emancipando o garantizando los pronunciamientos de independencia que sucesivamente hacían los pueblos. Hasta llegar a Quito, en mayo de 1822, donde finalmente se produjo la batalla decisiva el 24 de mayo de 1822, en las faldas del volcán Pichincha.

La Batalla del Pichincha logró la independencia de la Real Audiencia de Quito, que fue el resultado de un esfuerzo amplio por ideales hispanoamericanos y que abrió el camino para el establecimiento del nuevo estado nacional. A los cinco días de la Batalla de Pichincha, esto es el 29 de mayo, Quito se decidió por la anexión a la República de Colombia.

La incorporación de Guayaquil a la Gran Colombia no fue tan directa, a pesar de que un año antes la ciudad se había declarado bajo su protección. Al llegar Bolívar a la ciudad en julio de 1822, muchos partidarios colombianos le solicitaron la incorporación a Colombia, en medio de las enconadas divisiones entre partidos de la autonomía, unión a Colombia o a Lima.  Bolívar asumió el mando y el 31 de julio y la Asamblea declaró a Guayaquil restituida a Colombia

En conclusión, el 9 de octubre de 1820 es una de las fechas más importantes en el proceso de independencia de América del Sur. Este grito de libertad que resonó en la Provincia de Guayaquil, una de las más importantes en la Real Audiencia de Quito, fue un paso decisivo dentro de la lucha que había por la independencia de América.

He dejado para el final el hecho de que, en 1822, Bolívar y San Martin –el 16 y 17 de junio- se conocieron en Guayaquil, luego de los triunfos militares del primero en el norte. En el sur, San Martín no había podido alcanzar a desalojar a los españoles del Perú. Encontró muchos focos de resistencia y su principal apoyo financiero y logístico venía de la lejana Buenos Aires, Llegado a cierto punto, se dio cuenta de que no podía él solo culminar la obra. Se encuentra con Bolívar para resolver cómo lograr la independencia de los territorios que aún quedaban sometidos al dominio español. Pero los detalles de sus conversaciones en Guayaquil nunca se dieron a conocer oficialmente. Los hechos indicarían que San Martín encargó a Bolívar que termine la tarea independentista. San Martín se retiró de la vida militar y política mientras que Bolívar, con las tropas que había reclutado en Colombia y con las que consiguió de Guayaquil, alcanzó a tener un ejército de más de 5 000 hombres. Este ejército es el que iría en 1824 para finalizar la liberación del Perú, a través de las batallas de Junín y Ayacucho.

Fecha sudamericana para recordar

Es interesante señalar que, dentro de ese aporte de tropas de Colombia, un porcentaje alto correspondía a soldados guayaquileños. Además, fue la Provincia de Guayaquil la única que aportó significativamente en dinero para la campaña final de los libertadores. Bolívar y sus tropas acamparon en las zonas aledañas a Guayaquil durante más de un año y la alimentación de las tropas corrió a cargo de la ciudadanía guayaquileña y, luego cuando hizo su campaña hacia el Perú, recibió el aporte de soldados y de dinero.

De allí entonces, que el 9 de octubre trasciende mucho más allá del momento en sí de la revolución de 1820 porque contribuye de manera decisiva a la emancipación de la Audiencia de Quito en 1822 y participó en la del Perú en 1824.

Asimismo, desde una perspectiva histórica, no se puede negar el valor de los hechos de la independencia de Guayaquil de 1820 que llevaron hacia la consagración de la independencia de la Quito, con la batalla de Pichincha en 1822; como tampoco puede subestimarse a la Revolución de Quito de 1809, como un evento que incidió para formar los sentimientos independentistas de Guayaquil. En consecuencia, históricamente hablando son estos sucesos y realidades las que se complementan y forjan el camino para el nacimiento de la República del Ecuador, en 1830.

En este sentido, es importante reafirmar los lazos ancestrales, sociales y económicos que une a Guayaquil con los países vecinos, con Perú y con los pueblos que originalmente conformaron la Provincia Libre de Guayaquil como estado independiente, esto es, las provincias actuales de la Costa: Guayas, El Oro, Santa Elena, Los Ríos, Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y el Sur de Esmeraldas, parte de Bolívar, Cañar y Azua y de la Sierra.

Para finalizar, creo que nos corresponde a los historiadores, a los diplomáticos, a las autoridades, a los colegios y universidades, en general a la ciudadanía ecuatoriana, la reivindicación de Guayaquil, así como de Olmedo, y los patriotas regionales, como auténticos adalides gestores del proceso culminante de la Independencia y la recordación del próximo Bicentenario del Grito de Independencia, del 9 de octubre de 1820, es el momento preciso para hacerlo.

Publicado en la Revista EMBAJADOR

https://revistaembajador.com/13280-2/   


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